En la avenida Simón Bolívar de La Paz, donde los autos pasan con prisa y la cotidianidad suele opacar los símbolos, este viernes se volvió a difundir un mensaje contundente: “Esta valla estará aquí hasta que todos nos reconozcamos como iguales”. No es una frase vacía. Es una promesa, una advertencia y una memoria viva.
En un acto cargado de emoción, la Alcaldía de La Paz y el Consejo Ciudadano de Diversidades Sexuales y de Género repusieron por tercera vez una valla que fue blanco de ataques vandálicos.
El evento, que reunió a activistas, autoridades y miembros de la comunidad LGBTIQ+, no fue sólo una ceremonia simbólica. Fue una reafirmación colectiva de que el respeto a la diversidad es innegociable.
“Esta valla no es solo un símbolo de lucha. Es un compromiso real con el respeto a los derechos de la población diversa de nuestra ciudad”, afirmó Stephania Llanos, promotora del proyecto en coordinación con “Adelante con la Diversidad Bolivia”.
Recordó que la valla fue destruida por vándalos en dos ocasiones anteriores, y que su reposición fue posible gracias a la gestión de recursos por parte del mismo consejo ciudadano. “La lucha por nuestros derechos no puede detenerse frente al odio”, sentenció.
Las palabras más punzantes vinieron de Dante Ríos Vargas, secretario general del Consejo Ciudadano de Diversidades, quien conmovió a los presentes: “Cuando arrojan pintura a una valla, no sólo la quieren borrar. Quieren borrar a las mariconas, a las travestis, a los amigues, a nuestros cuerpos, nuestra historia y nuestra fuerza. Pero no se puede tapar con pintura lo que está escrito con lucha”, expresó.
Dante no habló desde el protocolo, habló desde la piel, desde la historia de exclusión que conoce bien. “Este acto de odio no es aislado, es expresión de una cultura que quiere disciplinarnos. Respondemos con resiliencia, con comunidad y con memoria activa”.
Desde el Consejo Ciudadano dejaron claro que su labor no es una formalidad. “Venimos a desarmar el silencio, a interpelar al Estado y a exigir cambios reales”, dijo Ríos. La valla, entonces, no sólo es un cartel, es una declaración de presencia. “Estuvimos, estamos y estaremos. Que les quede claro a quienes nos odian”.
La jornada también estuvo marcada por testimonios personales que reflejan la dureza y también la esperanza de ser parte de las diversidades en Bolivia. Ayllin Useth, mujer trans y activista, compartió su historia.
“Muy feliz, muy orgullosa de ser parte del activismo. Esta lucha no es sólo un recuerdo del pasado. Es el presente. Desde mis 16 años he enfrentado discriminación, pero con respeto y educación he ganado el cariño incluso de mi familia”, dijo firme.
Hoy, Ayllin vive con su madre, es emprendedora y maneja su propio salón de belleza en la zona Satélite. También es conocida como “Bella Cuera” en redes sociales, donde comparte su historia de superación. “La valla representa que ya no debemos vivir en las sombras. Somos parte de Bolivia y somos parte de la sociedad”, declaró emocionada.
La reposición de la valla —que ahora cuenta con protección especial para evitar futuros ataques— se convirtió en un acto de memoria y resistencia. Pero también en una invitación abierta a la ciudadanía paceña a reflexionar sobre el tipo de sociedad que se quiere construir.
“No se trata de ideologías, se trata de derechos humanos”, fue el mensaje compartido por activistas y autoridades. Que la valla permanezca no solo dependerá de su estructura física, sino del compromiso de toda una ciudad por reconocer, respetar y valorar la diversidad.
