Los organizadores estimaron una cifra récord de participación de 200.000 personas, a pesar de la creciente presión de políticos conservadores nacionalistas y la policía para impedir cualquier expresión de material pro LGBTIQ+.
La policía prohibió la marcha en cumplimiento con una nueva ley de “protección infantil” que restringe las reuniones que considera que promueven la homosexualidad.
Orbán minimizó la posibilidad de enfrentamientos violentos entre la policía y los manifestantes, pero advirtió sobre las posibles repercusiones legales para los asistentes.
“Por supuesto, la policía podría dispersar este tipo de eventos porque tiene la autoridad para hacerlo, pero Hungría es un país civilizado, una sociedad cívica. No nos hacemos daño”, declaró el viernes a la radio estatal.
“Habrá consecuencias legales, pero no puede llegar al nivel de abuso físico”.
Los asistentes podrían verse obligados a pagar una multa de hasta US$586, y la policía está facultada para utilizar tecnología de reconocimiento facial para identificarlos.
Los organizadores podrían enfrentar hasta un año de prisión.
Budapest se anuncia como una ciudad de fiesta. Este sábado, la fiesta se extendió a las calles y, bajo el calor abrasador del verano, ocupó el Puente de Isabel, las riberas del río y las zonas céntricas a ambas orillas del Danubio.
Las decenas de miles de asistentes, en su mayoría jóvenes, bailaron y cantaron durante su recorrido de Pest a Buda.
Una distancia que normalmente solo toma 20 minutos a pie se prolongó a tres horas.
La prohibición del Orbán, según comentaron a la BBC numerosos participantes de la Marcha del Orgullo, los animó a asistir a un evento del que normalmente se mantienen alejados. El año pasado, solo participaron 35.000 personas.
Muchas pancartas se burlaban del primer ministro húngaro. Era como una venganza pacífica de algunos de aquellos a quienes les ha declarado la guerra durante sus últimos 15 años en el poder.
“En mi clase de historia aprendí lo suficiente como para reconocer una dictadura. ¡No necesitas ilustrarla, Vik!”, decía una pancarta hecha a mano. “Estoy harta del fascismo”, decía otra.
Camisetas con la imagen de Orbán, con sombras de ojos y pintalabios brillantes, estaban por todas partes.
Luca, de 34 años, quien se preparaba para asistir con su madre Enikö, dijo que ambos desean un país con “diversidad”, algo que ella considera que no existe actualmente.
“Tenemos una ley que prohíbe que se reúnan personas diferentes. Por eso estamos aquí. Porque está vulnerando nuestros derechos. Por eso vinimos”.
Le expresó a la BBC que le preocupa el futuro de su hija de 4 años, que vive “en un país donde no puede amar a quien quiera”.
Barnabás, de 22 años, afirmó que asistía para “expresar mi solidaridad con la comunidad LGBTIQ+… porque sé lo que se siente no ser visto y ser tratado como un paria, algo que obviamente no todos aquí somos”.
El joven, que no forma parte de la comunidad, afirmó que proviene del campo, donde la gente “es más propensa a ser xenófoba y homófoba”.
La comisaria de Igualdad de la Unión Europea, Hadja Lahbib, quien también fue ministra belga de Asuntos Exteriores, se encontraba en Budapest para participar en la marcha.
El viernes, Lahbib publicó una foto suya con el alcalde liberal de Budapest, Gergely Karacsony, frente a una bandera arcoíris que simboliza los derechos de la comunidad LGBTIQ+.
La marcha del Orgullo “será un poderoso símbolo de la fuerza de la sociedad civil”, escribió en X.
Y así fue. Aunque la comunidad LGBTIQ+ constituyó el núcleo de la marcha, el Orgullo de este año se convirtió en una celebración de los derechos humanos y la solidaridad.
“¡No parecemos exactamente como si nos hubieran prohibido!”, dijo radiante el alcalde de Budapest, Gergely Karacsony, a la multitud en un discurso frente a la Universidad Técnica de Budapest.
La marcha podría ser recordada como el momento cumbre de su carrera política. Un ayuntamiento falto de fondos y en constante conflicto con el gobierno central, se atrevió a organizar un evento que las autoridades intentaron prohibir. Y ganó, al menos por ahora.
“De hecho, parece que estamos realizando pacífica y libremente un gran espectáculo ante un poder engreído y lleno de odio. El mensaje es claro: ¡no tienen poder sobre nosotros!”, continuó Karacsony.
El alcalde, miembro de la oposición húngara, insistió en que ningún asistente a la marcha sufrirá represalias, dado que al ser un evento municipal no requería de la autorización de la policía.
Pretextos para prohibir
La eurodiputada finlandesa Li Andersson afirmó que era importante para ella y sus colegas europeos estar allí para mostrar solidaridad con la comunidad LGBTIQ+ y la sociedad civil húngara.
“Es importante enfatizar que la razón por la que estamos aquí no es solo el Orgullo, sino los derechos fundamentales de todos nosotros”.
Añadió que cree que Orbán esgrime argumentos sobre los valores familiares como pretexto para prohibir la marcha.
“Es una marcha que trata fundamentalmente sobre la igualdad y sobre derechos igualitarios para todos, sobre el derecho a amar y vivir con quien uno elija”.
“Creo que ese es un valor fundamental que cualquier sociedad libre y democrática debería respetar”, añadió.
Antes de la manifestación, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, pidió al gobierno de Orbán que no bloqueara la marcha.
Sin embargo, Orbán se mantuvo impasible y le pidió que se abstuviera de interferir en los asuntos policiales de los países miembros de la Unión Europea.
La prohibición se basó en una nueva ley, aprobada por la amplia mayoría del partido Fidesz de Orbán en el Parlamento, que supedita la libertad de reunión a una ley de protección infantil de 2021 que equiparaba la homosexualidad con la pedofilia y, por lo tanto, prohibía la representación o promoción de la homosexualidad en lugares donde los niños pudieran verla.
La policía justificó la prohibición de la marcha argumentando que los niños podrían presenciarla. En respuesta, el alcalde citó una ley de 2001 que establece que los eventos organizados por los ayuntamientos no están amparados por el derecho de reunión.
Finalmente, los policías presentes en la marcha mantuvieron una presencia discreta, observando con tristeza una fiesta de la que fueron excluidos.
En otra parte de la ciudad, Orbán asistió a la ceremonia de graduación de 162 nuevos agentes de policía y aduanas, y de los nuevos funcionarios de la Dirección General Nacional de Policía de Extranjeros.
“El orden no surge por sí solo, debe crearse, porque sin él se perderá la vida civilizada”, dijo Orbán a los estudiantes y sus familias. Anteriormente, él y otros destacados funcionarios del Fidesz publicaron fotos con sus hijos y nietos, en un intento de reivindicar el orgullo.