A raíz de los estragos de un trastorno alimenticio fue acompañado por su padre a su transición, que se convirtió también en una apuesta política y corporal.
Gabriel Álvarez se presenta como el primer caso que se conoce de un hombre trans en transicionar públicamente en Guatemala. La inició en 2011, a los 22 años.
No se define ni como hombre ni como mujer, solamente como trans. Entenderse así le permite reconocer su cuerpo, no solo como un espacio político, sino también histórico.
«Para mí, el apellido “trans” no es una casilla; habla de mi historia y no puedo ser un ser ahistórico. Yo tengo un proceso en el cuerpo, un proceso para nombrarme, para identificarme, para posicionarme».
Su padre, Óscar Álvarez, químico biólogo y exdirigente estudiantil de la Universidad de San Carlos de Guatemala, es un hombre de ciencia, revolucionario, ateo y la gran guía en su vida. Fue quien le sugirió que tal vez era lesbiana.
«Yo me creí que era lesbiana. Estaba construyendo mi casa, tenía pareja estable, en la universidad me iba bien; en ese tiempo hacía kárate y tenía el campeonato centroamericano»
Gabriel añade, «Realmente, en todo lo que hacía estaba en el top, pero aun así tenía la insatisfacción de que no era yo. Eso me llevó a cambiar mi cuerpo y, a medida que la gente me confundía con un joven, eso me gustó mucho».
A los 21 años desarrolló anorexia como la única salida que veía para transicionar. Dejó de comer para marcar los músculos y reducir cualquier rastro de feminidad.
De acuerdo con un artículo publicado por la Revista de Trastornos Alimenticios, las personas transgénero tienen un mayor riesgo de desarrollar trastornos de la conducta alimentaria.
Esto, debido a una serie de factores, como pueden ser la disforia de género, el estrés por pertenecer a una minoría, el deseo de pasar desapercibido y las barreras para acceder a la atención médica de afirmación de género.
«Fue cuando pensé en transicionar que una psicóloga me dijo que no le dijera a mi padre, que eso sería lo último que mi papá podría permitir, porque ya me había dejado vivir como lesbiana», indica Gabriel.
Con miedo de perder la relación con su padre, Gabriel empezó a destruirse a sí mismo hasta llegar al peso de 90 libras, una condición de desnutrición peligrosa, y caer en una depresión profunda.
Cuando sus padres notaron el deterioro de su salud lo confrontaron. Fue entonces cuando se atrevió a decirles que se identificaba como persona trans. Su propio padre lo llevó al cirujano plástico y a la endocrinóloga para iniciar la transición.
Así, un mes después y sin entender mucho, tuvo su mastectomía el 5 de noviembre de 2011, y el 2 de diciembre del mismo año empezó su terapia hormonal.
Un cuerpo que respira como hombre trans
Cuando Gabriel despertó de la anestesia sin sus senos, recordó haber sentido el pecho plano y sintió que por primera vez en su vida podía respirar.
«Me sentía libre, me sentía ligero. Encarnar una identidad masculina es algo sumamente rico, sumamente práctico y con muchos permisos. Esta corporalidad a mí también me relaja, porque tampoco se espera mucho de ella».
Cuando Gabriel regresó de las vacaciones a la universidad, era una persona nueva. No solo había cambiado su físico, sino también su nombre. Sin embargo, sus catedráticos se negaron a reconocerlo.
«Cuando nombraban mi nombre femenino en la lista, yo no contestaba, porque era exponerme ante personas que no me conocían. Entonces, siempre me ponían falta».
Decidió confrontar la situación y la falta de comprensión por parte de sus profesoras; decidió dejar la carrera de Psicología que cursaba en la Universidad de San Carlos. Esa salida lo acercó al activismo.
En 2013 integró la obra Disidencias, en donde actuaba de él mismo y que incluía una escena de desnudo. Poco a poco encontró en la desnudez un espacio de lucha.
«Al ver la obra, fotógrafos me pidieron posar en desnudos, como en la serie Guatemala se Re(v)bela, que fue muy icónica porque era el único cuerpo trans. La foto se movió en diferentes exposiciones, y mi idea era mostrar los cuerpos trans».
Después de quitarse la ropa más de setenta veces en público, volver a la universidad en 2016 sonaba sencillo y se encontró con una institución distinta.
Poco a poco lo llamaron para dar charlas sobre realidades trans dentro de la universidad y, tras graduarse, lo convocaron para impartir un curso sobre psicología de género.
«Así, la universidad me resarció parte de lo que me habían hecho», asegura Gabriel.
Con los años, Gabriel ha comprendido que la heterosexualidad, más allá de explicar su atracción, no es una casilla en la que quiere habitar y que los años le han permitido construirse en quien quiere ser.
Todos sus años de vida fueron una construcción de ser aquello que entendía como hombre: adinerado, líder, caballero. «Ahora, ese es un tipo de masculinidad que espero destruir», puntualiza.
