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La fe en la comunidad LGBTIQ+: cuando el credo se reconcilia con la diversidad


2023-09-24
https://www.opinion.com.bo/articulo/revista-asi/fe-comunidad-lgbtiq-cuando-credo-reconcilia-diversidad/20230922194922921629.html
Opinión

Dayne Méndez siempre fue líder. Es agnóstica y representante de la comunidad TLGB. Se autodefine como pansexual, queer y disidente. Organiza reuniones con otras personas del colectivo LGBTIQ+ en la Casa Trans y es una guía para quienes están iniciando el camino de redescubrimiento personal. Pero hubo un tiempo en que su liderazgo estaba enfocado en la Iglesia católica. Fue catequista, representante a nivel nacional en encuentros religiosos y pensó en consagrar su vida a Dios siendo monja. Dayne siempre fue líder, solo cambió dónde y cómo.

Existe una creencia común que afirma que las personas que son parte de la comunidad LGBTIQ+ no creen en Dios. Y aunque por muchos años se haya reforzado esa idea, la corriente de reconciliación entre el colectivo de diversidades y la fe toma fuerza en América Latina y, así también, en Bolivia. 

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La Casa Trans es uno de los pocos espacios donde se puede debatir sobre el tema de forma segura en Cochabamba. Chantal Cuéllar, coordinadora del Movimiento Trans Feminista Bolivia y responsable de este sitio, comenta que aglutinan a personas agnósticas, ateas, católicas y evangélicas.  

“Queremos hablar de nuestra fe”, dice Cuéllar, quien destaca que la nueva generación de miembros de la comunidad está más abierta a tratar estas temáticas y reconciliarse con sus credos. 

UN REZO POR LA INCLUSIÓN

Una de esas personas es Dayne, de 24 años. Instalada en la Casa Trans, cuenta cómo comenzó a participar en la Iglesia católica, como monaguilla, a los seis años. Al cumplir los 11 hizo su Primera Comunión y se convirtió en catequista. Encabezó grupos juveniles católicos y tenía un programa de radio llamado Pescadores, donde hablaba sobre temas relacionados a la religión. 

Como parte de su labor religiosa, fue líder de la Pastoral Juvenil Vocacional a nivel nacional e  incluso viajó hasta otros países como representante de Bolivia. 

A esto se suman otra serie de acciones que la pusieron en un lugar de alta relevancia en los círculos religiosos en el departamento. Hasta que todo cambió.  

A los 19 años se acercó al feminismo y la comunidad LGBTIQ+. Esto no tardó en traerle problemas y rechazo en su entorno eclesial. “Hubo sacerdotes muy reconocidos en el medio que me dijeron cosas muy hirientes”, afirma. 

Sus estudios en Teología le permitieron enriquecer sus conocimientos y poder estudiar la fe desde la libertad. Y fue su curiosidad y su inquietud de aprender más las que sembraron la duda y así se abrió un nuevo mundo de creencias para Dayne. 

Cuenta que, durante el colegio, su profesora de valores, espiritualidad y religiones le explicó que Bolivia es un Estado laico, por lo tanto, el catolicismo no es universal y hay más formas de predicar una fe. Así conoció el judaísmo, budismo, taoísmo y otras más que se practican en el resto del mundo. “Para mí fue un despertar”, dice. 

Mientras abría su mente también cuestionaba a los religiosos de su iglesia, lo que comenzó a generar aversión en sus compañeros de iglesia. Las críticas se fueron sumando cuando la vieron en una marcha del colectivo LGBTIQ+ y la acusaron de desviarse del camino de Dios. 

Recuerda que, en una de esas marchas, un chico de su iglesia la vio, sacó su rosario, se arrodilló y empezó a rezar. 

A eso se sumó que cambió su manera de vestirse y expresarse hacia el exterior –tiene un estilo similiar al drag– lo que también fue objeto de crítica. 

Elegir la religión católica fue una herencia de su madre, quien también fue catequista durante muchos años y sigue activa en la iglesia como coordinadora. Sin embargo, cuando Dayne escogió seguir su propio camino en la fe, no se opuso y respetó su decisión. “Ella sabe que, dentro de lo que enseñamos en la Iglesia, está no obligar a una persona a asistir”, sostiene.  

Aunque en principio sí fue complejo entender la nueva forma de entender la fe, la mamá de Dayne la aceptó y ahora ambas conviven en armonía en su casa. Mientras una pasa cursos sobre bautismo a través de la computadora, la otra asiste a su reunión virtual de la comunidad TLGB+; todo a la vez sin que eso represente un problema. 

Dayne siempre fue líder. Ahora que dejó atrás la vida religiosa, se dedica a organizar e impulsar los encuentros entre miembros de la comunidad y acompañar a quienes están empezando el proceso de aceptación propia. 

Es la secretaria de Juventudes del Colectivo TLGB+ a nivel nacional y es parte del Consejo Plurinacional de Juventud, en La Paz.  “Creo que, de una manera u otra, estoy haciendo lo que me gusta a nivel Bolivia”, indica. 

Actualmente, Dayne se considera agnóstica, es decir, no afirma ni niega la existencia de Dios, pero sí cree que las religiones y la espiritualidad ayudan a que las personas puedan estar bien. “No importa de la religión que seas, todos tenemos que llegar a un mismo fin: ser buenas personas”, asegura. 

SER TRANS EN EL EVANGELIO 

“Jesús era amigo de putas y ladrones”, dice Dre Guzmán. Él, que considera a Jesús un punk, amigo de todos, creció en el seno de la Iglesia evangélica. Tuvo un breve paso por la religión mormona y, luego, nada, el ateísmo. Pasó de asistir todos los domingos a la prédica a negar la existencia de Dios. En medio, descubrió su verdadera identidad y decidió transicionar hasta convertirse en el hombre que se sentía. El proceso no fue fácil, hubo mucha oscuridad en su vida en diferentes momentos, y después de renegar de la fe cristiana, en un momento decisivo para él, solo se entregó a Dios y sintió su poder nuevamente. 

Dre, de 26 años, se considera “muy creyente”, ahora su fe es una mezcla entre paganismo y cristianismo. Llegar al punto en el que está actualmente fue complejo y requirió un trabajo arduo. Fue cuando quiso dejar de vivir que renació su credo. “Había varios puntos de mi vida donde me quería matar, y de pronto sentí la voz de Dios. Sé que puede sonar un poco cliché, pero me dijo que tenía un propósito, que me tenía que quedar”, relata. 

Recuerda que una de las primeras reglas que no le gustó de la Iglesia mormona fue la obligación de usar falda si eras mujer. A los 16 años, decidió cortarse el cabello y vestirse de forma más masculina, por eso le molestaba no poder usar pantalón. 

Cuenta que, luego del sermón, los grupos se dividían en uno de hombres y otro de mujeres, donde a ellas les recalcaban la “importancia de encontrar esposo” para formar la “familia sagrada”.

Frente a los cuestionamientos de chicas que preguntaban qué pasaba si elegían otro camino o tenía otras prioridades, como una profesión, la respuesta siempre era un rotundo no. 

Poco a poco se fue rehusando a ir a la iglesia y eso generaba conflictos en su familia. A la vez, comenzó a tener dudas a nivel moral. Sentía que Dios leía sus pensamientos. “Sentía mucha culpa y asco hacia mí mismo”, cuenta. 

Eso lo llevó a negar la existencia de Dios durante mucho tiempo como una forma de protegerse. Llegó un momento en que los pensamientos suicidas eran muy fuertes; hasta que volvió a creer. “Sentí un calor, una luz dentro de mí. Supe que era parte de algo y que estaba vivo por algo”. 

Dre dice que la reconciliación con su fe le permitió sentir paz y tener una vida mejor. Reconceptualizó las enseñanzas bíblicas para que encajaran con su creencia y así llevar todo en armonía. “Yo vivo una fe donde mi Dios no me odia por ser gay”, afirma. 

Junto con Dayne, es parte de los jóvenes que integran la Casa Trans y guían a nuevos miembros. Fue parte de congresos a nivel nacional, donde, al finalizar, se recuerda arrodillado dando gracias a Dios por estar donde está ahora. 

CRUCES DE ARCOÍRIS EN AMÉRICA LATINA 

El movimiento de iglesias inclusivas en América Latina y el Caribe comenzó hace varios años. Por ejemplo, está la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM), un colectivo internacional de comunidades cristianas fundado en 1968 en Estados Unidos para dar una alternativa a los creyentes de la comunidad LGBTIQ+. 

Pero la ICM no es la única iglesia inclusiva presente en la región. En las últimas décadas, a falta de lugares seguros donde profesar su fe, la comunidad cristiana LGBTIQ+ de América Latina ha creado iglesias y comunidades donde las personas sexualmente diversas pueden profesar su fe sin sufrir ningún tipo de violencia. 

El equipo periodístico del medio Distintas Latitudes realizó una investigación, el año pasado, denominada “Cruces de arcoíris: el cristianismo LGBTIQ+ que resiste en América Latina y el Caribe”. Entre sus hallazgos, encontró que existen al menos 24 iglesias inclusivas de denominación cristiana o católica presentes en 15 países de América Latina y el Caribe. Según el subregistro, México es el país con mayor cantidad de iglesias de este tipo, seguido de Cuba, Puerto Rico y Argentina.

Con cerca de 27 templos dispersos en ocho países, la ICM es una de las iglesias inclusivas con mayor presencia en la región. De acuerdo con su página oficial, la mayoría de sus miembros pertenecen a la comunidad LGBTIQ+.

Tanto la ICM como el resto de iglesias inclusivas permiten a los creyentes LGBTIQ+ crear espacios donde reconciliarse de manera segura y amorosa con Dios. No obstante, muchos de sus templos y parroquias suelen estar concentrados en las capitales u otras grandes ciudades. 

En el caso de Bolivia, el equipo no encontró una iglesia abiertamente inclusiva. Sin embargo, a finales de 2021, nació la comunidad Latidos, un espacio fundado por dos jóvenes católicos con el objetivo de dar una opción a personas LGBTIQ+ que quieren predicar su fe sin sentirse reprimidos. 

Jesús Calderón, uno de los coordinadores y fundadores, explica que él integraba el Movimiento Eucarístico Juvenil (MEJ), perteneciente a la comunidad jesuita de la iglesia La Merced, en Santa Cruz. 

Dentro de la iglesia, casi el 80% de los integrantes se definía como diverso. Así se mantuvieron durante un tiempo hasta que el rechazo se hizo más notorio por parte de los demás miembros de la iglesia. "Nos dijeron ' aceptamos como son, como viven, pero traten de no exponerlo mucho’. Esa limitación hizo replantear hasta dónde uno puede llegar con su fe siendo diverso. A partir de ahí nos desligamos", indica Calderón. 

Luego de ese desencuentro –que incluyó arremetidas violentas contra algunos integrantes LGBTIQ+– decidieron separarse e iniciar un propio camino. 

Latidos se define como una comunidad “de personas diversas católicas, que creen en Dios, y desde su espiritualidad y su fe tienen la vocación de servir”. Su objetivo principal es que la comunidad LGBTIQ+ se sienta segura. 

Para el líder, es importante identificar a Dios como queer. Eso ayuda a generar mayor aceptación dentro de la comunidad LGBTIQ+. Añade que es un reto iniciar este tipo de espacios en Bolivia y que se inspiran en otros países, como Argentina, donde ya están más consolidadas las iglesias inclusivas. 

EL CAMINO QUE EMPIEZA

Hasta el año pasado, en Cochabamba, no existía abiertamente lugares donde las personas del colectivo LGBTIQ+ puedan hablar o profesar su fe. Recientemente, la Casa Trans habilitó su espacio para responder a esa necesidad. 

Chantal Cuéllar sostiene que es importante habilitar este tipo de encuentros para que el tabú respecto a la religión y la diversidad sexual disminuya. “Para que no pasen lo que nosotras hemos pasado”, afirma.

Considera que ella viene de una generación anterior donde todo era más complicado, y que ahora se debe impulsar la reconciliación. 

Chantal recuerda que, cuando comenzó su proceso de transición, su familia le decía que “Dios iba a castigarla”. 

“Utilizando la religión, quieren que tú retrocedas o no aceptes tu orientación sexual”, comenta. 

Luego de un proceso de empoderamiento personal, pudo recuperar sus creencias y  formas de vivir. “Queremos decirles que no hay que tener miedo en lo que creemos”, añade.

El camino de aceptación dentro de la comunidad LGBTIQ+ es, comúnmente, largo y, a veces, tortuoso, sobre todo cuando no hay apoyo ni información alrededor de la persona. 

Dayne cuenta que está abierta a orientar a los adolescente o jóvenes que estén en ese proceso. De hecho, cuando su mamá ve alguna situación así en su iglesia, los deriva con ella. 

“Les puedo ayudar a que puedan estar en paz consigo mismos, porque sé que todo esto te causa un conflicto interno que te puede llevar a la depresión, ansiedad y tantos problemas de salud mental”, afirma. 

Otro aspecto que refuerzan en la Casa Trans es el conocimiento de la comunidad, con el objetivo de empoderar a los miembros y que estos luchen por sus derechos. 

“Creo que es importante que, como personas LGTB, todos conozcamos sobre nuestras diversidades, sobre qué significa cada letra de nuestra sigla, para que podamos hacer entender no solamente a nuestros papás, a nuestros compañeros, profesores”, recomienda Dayne.

Por su parte, Dre busca impulsar los espacios donde las personas puedan hablar de sus creencias en libertad, sin sentirse juzgados ni reprimidos.

Si bien en Bolivia el camino recién empieza, poco a poco se suman más voces que dan testimonio de que el credo inclusivo existe y la reconciliación entre Dios y la comunidad es una alternativa.  

“Soy no binario, soy trans masculino y así soy la imagen y semejanza de Dios”, sentencia Dre.