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Pusieron pausa a la pubertad, ¿a qué precio?


2022-12-14
https://www.nytimes.com/es/2022/12/14/espanol/bloqueadores-pubertad-adolescentes-trans.html
The New York Times

Emma Basques, de 11 años, se había identificado como niña desde que era pequeña. Ahora, cuando le preocupaba el inicio de la pubertad masculina, un pediatra de Phoenix le aconsejó tomar un medicamento para detenerla. A los 13 años, Jacy Chavira se sentía cada vez más incómoda con su cuerpo en proceso de maduración y empezaba a creer que era un chico. Utiliza el fármaco, le recomendó su endocrinólogo del sur de California, y la pubertad se suspenderá.

Una chica de 11 años de Nueva York con una depresión cada vez más profunda expresó su deseo de dejar de ser niña. Una terapeuta le dijo a la familia que el medicamento era la mejor opción para la preadolescente, y un médico local estuvo de acuerdo.

“‘Los bloqueadores de la pubertad realmente ayudan a los niños así’”, dijo la terapeuta, según recuerda la madre de la niña. “Lo presentó como un torniquete que detendría la hemorragia”.

A medida que aumenta el número de adolescentes que se identifican como transgénero, los medicamentos conocidos como bloqueadores de la pubertad se han convertido en la primera línea de intervención para quienes buscan tratamiento médico a más temprana edad.

Su uso suele presentarse como una forma segura —y reversible— de ganar tiempo para sopesar una transición médica y evitar la angustia de crecer en un cuerpo que parece inadecuado. Los adolescentes trans presentan tasas desproporcionadamente altas de depresión y otros problemas de salud mental. Los estudios demuestran que los fármacos han aliviado la disforia de género de algunos pacientes, es decir, la angustia por la falta de correspondencia entre su sexo de nacimiento y su identidad de género.

“La ansiedad mengua”, afirmó Norman Spack, pionero en el uso de bloqueadores de la pubertad para jóvenes trans en Estados Unidos y uno de los muchos médicos que creen que esos fármacos pueden salvar vidas. “Se puede ver que los pacientes se sienten muy aliviados”.

Sin embargo, a medida que un número cada vez mayor de adolescentes se identifican como transgénero —en Estados Unidos, se calcula que casi 300.000 de entre 13 y 17 años y un número incalculable de menor edad—, crece la preocupación entre algunos profesionales médicos sobre las consecuencias de los fármacos, según un análisis de The New York Times. Las dudas están dando pie a revisiones gubernamentales en Europa, impulsando una demanda de investigaciones más profundas y llevando a algunos especialistas destacados a reconsiderar a qué edad deben recetarse y durante cuánto tiempo. Un pequeño número de médicos no los recomienda en absoluto.

Los médicos holandeses ofrecieron por primera vez bloqueadores de la pubertad a adolescentes transgénero hace tres décadas, por lo general seguido de un tratamiento hormonal para ayudar a los pacientes a realizar la transición. Desde entonces, la práctica se ha extendido a otros países, con protocolos variables, poca documentación de los resultados y ninguna aprobación gubernamental de los fármacos para ese uso, incluida la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por su sigla en inglés).

No obstante, están apareciendo pruebas de los posibles perjuicios del uso de bloqueadores, según revisiones de artículos científicos y entrevistas con más de 50 médicos y expertos académicos de todo el mundo.

Los fármacos suprimen el estrógeno y la testosterona, hormonas que ayudan a desarrollar el sistema reproductivo pero que también afectan a los huesos, el cerebro y otras partes del cuerpo.

Durante la pubertad, la masa ósea suele aumentar, lo que determina la salud de los huesos durante toda la vida. Cuando los adolescentes utilizan bloqueadores, el crecimiento de la densidad ósea se aplana, en promedio, según un análisis encargado por el Times de estudios observacionales que se centran en los efectos.

Muchos médicos que tratan a pacientes trans creen que recuperarán esa pérdida al dejar los bloqueadores. Sin embargo, dos estudios del análisis que dio seguimiento a la fortaleza ósea de los pacientes trans mientras usaban bloqueadores, y durante los primeros años de tratamiento con hormonas sexuales, revelaron que muchos no se recuperan del todo y se quedan rezagados en comparación con otras personas de su edad.

Según los expertos, esto podría provocar un mayor riesgo de fracturas debilitantes antes de lo que cabría esperar en el envejecimiento normal (a los 50 años en lugar de los 60) y un daño más inmediato para los pacientes que comienzan el tratamiento con huesos ya débiles.

“Habrá un precio”, afirmó Sundeep Khosla, director de un laboratorio de investigación ósea en la Clínica Mayo. “Y el precio probablemente será un cierto déficit de masa ósea”.

Muchos médicos de Estados Unidos y de otros países están recetando bloqueadores a pacientes en la primera fase de la pubertad —desde los 8 años— y permitiéndoles pasar a las hormonas sexuales a partir de los 12 o 13 años. Creen que empezar el tratamiento a edades tempranas ayuda a los pacientes a alinearse mejor físicamente con su identidad de género y a proteger sus huesos.

Pero eso, advierten otros médicos, podría obligar a los pacientes a tomar decisiones que alterarán su vida antes de que sepan quiénes son realmente. La pubertad puede ayudar a clarificar el género, dicen los doctores: para algunos adolescentes refuerza su sexo de nacimiento y para otros confirma que son transgénero.

“La pregunta más difícil es si los bloqueadores de la pubertad realmente brindan un tiempo valioso para que los niños y los jóvenes consideren sus opciones, o si efectivamente ‘encierran’ a los niños y los jóvenes en una vía de tratamiento”, escribió la pediatra Hilary Cass, quien lidera una revisión independiente de tratamientos médicos de adolescentes que se presentan como transgénero en Inglaterra.

Siguiendo su recomendación, el Servicio Nacional de Salud de Inglaterra propuso en octubre restringir el uso de los medicamentos para jóvenes trans a entornos de investigación. Suecia y Finlandia también han puesto límites al tratamiento, no solo les preocupa el riesgo de los bloqueadores, sino el fuerte aumento de pacientes jóvenes, los problemas psiquiátricos que muchos presentan y las profundas evaluaciones de salud mental que deben hacerse antes del tratamiento.

En Estados Unidos, sin embargo, no existe una política universal y la discusión pública está polarizada.

Los gobernadores y legisladores republicanos en más de una decena de estados están trabajando para limitar o incluso criminalizar los tratamientos, y algunos miembros de ese partido también buscan restringir el acceso a deportes y baños, prohibir la discusión sobre género en las escuelas públicas y cuestionar si la identidad transgénero incluso existe. (En noviembre, la junta médica de Florida prohibió medicamentos y cirugías para nuevos pacientes menores de 18 años). Mientras tanto, la administración de Biden describe la medicina transgénero como un derecho civil. Y algunos defensores critican a cualquiera que cuestione la seguridad de los tratamientos.

Una investigación esperada desde hace tiempo y financiada por los Institutos Nacionales de Salud podría proporcionar más orientación. En 2015, cuatro destacadas clínicas de género en Estados Unidos recibieron 7 millones de dólares para analizar los efectos de los bloqueadores y el tratamiento hormonal en jóvenes transgénero. Al explicar su estudio, los investigadores señalaron que Estados Unidos no había producido datos sobre el impacto o la seguridad de los bloqueadores, en particular entre los pacientes transgénero menores de 12 años, lo cual deja un “vacío de evidencia para esta práctica”. Después de siete años, aún no han informado los resultados clave de su trabajo, pero aseguran que los hallazgos llegarán pronto.

Muchos pacientes jóvenes y sus familias han llegado a la conclusión de que los beneficios de aliviar la desesperación de la disforia de género superan con creces los riesgos de tomar bloqueadores. Para otros, los limitados estudios y la politización de la medicina trans pueden dificultar la evaluación completa que requiere la decisión. Un análisis de Reuters sobre una variedad de tratamientos transgénero también encontró pocas investigaciones sobre los efectos a largo plazo.

Tres años después de empezar a tomar los medicamentos, Emma Basques considera que está en el camino correcto.

Jacy Chavira, ahora de 22 años, decidió que el tratamiento médico no era el adecuado para ella y retomó su identidad femenina.

Y la adolescente de Nueva York tuvo una pérdida tan significativa en la densidad ósea después de más de dos años con bloqueadores que sus padres suspendieron el uso de los medicamentos.

“Nos metimos en esto porque queríamos ayudar”, dijo la madre. “Ahora me preocupa que nos hayamos metido en una situación con un fármaco muy potente y no entendamos cuáles serán los efectos a largo plazo”.

‘Llegó el momento de comenzar’

Cherise y Arick Basques no tardaron mucho en darse cuenta de que su pequeño era diferente. Rechazaba los pantalones, los camiones de juguete y los deportes en favor de los vestidos, las muñecas Barbie y el ballet. Cuando Cherise Basques se encontró con una amiga en un restaurante en su suburbio de Phoenix y le presentó al menor, entonces de 4 años, como su hijo, este gritó: “¡No! ¡Soy tu hija!”.

La pareja trabajaba con niños: ella como terapeuta ocupacional, su esposo como maestro y administrador escolar, pero este era territorio desconocido. Ninguno de los terapeutas que contactaron se sintió apto para ayudar. Su pediatra solo opinó que las cosas podrían cambiar cuando el niño comenzara a ir a la escuela, relató la madre. Después de un tiempo, la pareja descubrió un grupo de apoyo local para padres de niños transgénero.

Al año siguiente, permitieron que la niña, entonces de 5 años, comenzara a usar el nombre de Emma, se dejara crecer el cabello y tomara otras medidas para la transición social. En 2019, cuando Emma cumplió 11 años, un médico de una clínica de género local le aconsejó empezar a usar bloqueadores.

“Tras las primeras señales sutiles de la pubertad, pensamos: ‘Sí, es verdad. ¡Llegó el momento de comenzar!’”, recordó Cherise Basques. Ella, su esposo y Emma pidieron que se utilicen sus nombres completos porque se consideran defensores del tratamiento.

Durante décadas, el tratamiento médico transgénero en varios países estuvo restringido a pacientes de 18 años y mayores. Pero en la década de 1990, una clínica de Ámsterdam empezó a tratar a adolescentes.

Los bloqueadores de la pubertad se pueden administrar como una inyección o un implante (el más conocido es Lupron, fabricado por AbbVie). Se usaban en Estados Unidos y en otros lugares, con la aprobación de la FDA y sus contrapartes en el extranjero, para tratar el cáncer de próstata; la endometriosis, una enfermedad dolorosa que hace que el tejido uterino crezca en otras partes del cuerpo; y el inicio inusualmente prematuro de la pubertad, generalmente a los 6 o 7 años. Los médicos holandeses razonaron que si los bloqueadores eran seguros para los pacientes con esa rara condición, conocida como pubertad precoz central, probablemente también lo serían para los adolescentes trans.

La primera paciente trans tratada con bloqueadores, de los 13 a los 18 años, pasó a recibir testosterona, la hormona sexual masculina. Detener la pubertad femenina le había ofrecido un alivio emocional y le había ayudado a tener un aspecto más masculino. Cuando los médicos holandeses les recetaron bloqueadores, seguidos de hormonas, a otros seis pacientes en esos primeros años, el equipo médico comprobó que su salud mental y su bienestar mejoraron.

“Por lo general venían muy mal, se sentían extraños en la escuela, deprimidos o ansiosos”, recordó Peggy Cohen-Kettenis, psicóloga jubilada de la clínica. “Y entonces empiezas a dar este tratamiento y, unos años después, los ves florecer”.

En 1998, trabajó con un pequeño grupo internacional —que más tarde se ampliaría y pasaría a llamarse Asociación Profesional Mundial para la Salud Transgénero, o WPATH por su sigla en inglés— para incluir los bloqueadores de la pubertad y las hormonas para adolescentes en sus directrices de tratamiento.

Los médicos holandeses, reconoció Cohen-Kettenis, aún no habían publicado los resultados de la investigación. Otros médicos, incluido el que supervisa el tratamiento médico transgénero en Inglaterra, se mostraban cautelosos ante los daños potenciales.

Pero los doctores del grupo consideraron que los primeros resultados de Ámsterdam eran suficientemente tranquilizadores como para seguir adelante. Estaban ansiosos por tratar la angustia psicológica observada en muchos adolescentes trans.

Los médicos debatieron si “empezar a usar los bloqueadores de la pubertad podría afectar de algún modo a los niños”, recordó Walter Meyer, endocrinólogo y psiquiatra pediátrico de Texas que participó en la definición de las normas de tratamiento de 1998.

“Los holandeses decían: ‘Ah no, no causa ningún problema’”, comentó Meyer, que sigue apoyando el uso de los fármacos.

Cohen-Kettenis esperaba que los médicos de otros países adoptaran el protocolo holandés y documentaran y compartieran sus resultados como ella y sus colegas en Ámsterdam lo habían planeado. Su clínica solo trató a pacientes que se habían presentado de manera constante como transgénero desde la primera infancia y que no padecían trastornos psiquiátricos distintos que pudieran interferir con el diagnóstico o el tratamiento. Debían tener al menos 12 años para los bloqueadores de la pubertad, con la opción de pasar a las hormonas a los 16.

Los estándares internacionales de atención aconsejaban criterios similares. Pero eran recomendaciones, no requisitos. Pronto, se extendió el uso de bloqueadores de la pubertad. En Estados Unidos y Canadá, países sin sistemas de salud centralizados, los protocolos se dejaron en gran medida a discreción de las clínicas y los médicos individuales. Spack, el endocrinólogo pediátrico que lideró la adopción del tratamiento en EE. UU., abrió la primera clínica estadounidense en 2007 en el Boston Children’s Hospital; más tarde abrirían otros centros en casi todos los estados.

Algunos comenzaron a administrar bloqueadores a los niños durante los primeros signos de la pubertad y recetaron testosterona o estrógeno a pacientes de 14 años o menos. Los médicos creían que un tratamiento más temprano conduciría a transiciones médicas más exitosas y querían ahorrarles a los pacientes la dificultad de ver a sus compañeros desarrollarse, mientras sus propios cuerpos permanecían sin cambios.

El médico de Arizona que trató a Emma, ​​por ejemplo, les dice a los pacientes preadolescentes que si les recetara bloqueadores y no comenzaran con las hormonas en los siguientes cinco años, a los 16 años parecería que tienen 12.

Activistas transgénero de todo el país presionaron para que hubiera acceso temprano y sencillo al tratamiento. En una convención médica de Filadelfia en 2006, Jenn Burleton, una defensora de Oregón, escuchó a Spack describir su experiencia al comenzar a tratar a adolescentes con bloqueadores. Al igual que otros de su generación, Burleton, que ahora tiene 68 años, no pudo hacer la transición médica hasta la edad adulta y su pubertad fue traumática. Tratar a los adolescentes con bloqueadores fue “un cambio de juego”, dijo Burleton, fundadora y directora del programa de la organización TransActive Gender Project en la Escuela de Posgrado Lewis & Clark de Educación y Consejería.

Al volver a casa, Burleton instó a los endocrinólogos pediátricos a adoptar la práctica con sus pacientes. “Tenemos la oportunidad de evitar que se quiebren emocionalmente”, recuerda que dijo en ese momento.

Los defensores impulsaron con éxito a las autoridades de Oregón, Massachusetts, California y otros estados para permitir la cobertura de Medicaid en los tratamientos de bloqueadores de la pubertad para adolescentes que se identifican como trans. También ayudaron a obtener la aprobación en Oregón para que una variedad de trabajadores médicos (médicos, enfermeros profesionales, naturópatas) puedan administrar bloqueadores si son supervisados, incluso a distancia, por un endocrinólogo.

“Fue tan rápido que no solo se trataba de los centros, ni los médicos individuales, sino que personas que no tenían conocimientos también estaban brindando este tipo de tratamiento”, dijo Cohen-Kettenis, la psicóloga holandesa. “Había una gran preocupación”.

Para cuando Emma Basques comenzó a usar los bloqueadores en 2019, varios grupos médicos habían avalado su uso para la disforia de género. Entre ellos estaban la Academia Estadounidense de Pediatría y la Sociedad Internacional de Endocrinología, que en 2017 había calificado como de “baja calidad” a la limitada investigación sobre los efectos de los fármacos en los jóvenes trans. Sin embargo, las organizaciones se mostraron alentadas por lo que consideraban un tratamiento prometedor.

Muchos médicos señalan que no es inusual que las investigaciones se retrasen con respecto al lanzamiento de nuevos tratamientos y que los medicamentos se empleen para usos distintos a lo indicado sin tener la aprobación de la FDA, especialmente en casos de medicina pediátrica.

Una portavoz de la FDA dijo en un comunicado que los médicos tienen la facultad de hacerlo, pero también señaló que el hecho de que un medicamento haya sido aprobado para una clase de pacientes no significa que sea seguro para otra.

No existe un seguimiento centralizado de las recetas de bloqueadores en Estados Unidos. Komodo Health, una empresa de tecnología de la salud, compiló datos de seguros públicos y privados para Reuters, que muestran un fuerte aumento en la cantidad de niños de 6 a 17 años que fueron diagnosticados con disforia de género: pasaron de ser alrededor de 15.000 en 2017 a uno 42.000 en 2021. Durante ese tiempo, 4780 pacientes con ese diagnóstico recibieron bloqueadores de la pubertad cubiertos por el seguro, según muestran los datos, y cada año aumentan las nuevas recetas. Pero los datos no reflejan los numerosos casos en los que el seguro no cubre los medicamentos para esos tratamientos, haciendo que las familias deban afrontar los gastos.

Algunos médicos estadounidenses destacados pidieron a AbbVie y Endo Pharmaceuticals, fabricante de otro bloqueador, que buscaran la aprobación de la FDA para el uso de los medicamentos en adolescentes trans. Las empresas tendrían que financiar la investigación para una población de pacientes que constituía solo una pequeña parte de su mercado. Pero los médicos argumentaron que la aprobación regulatoria podría ayudar a establecer la seguridad del tratamiento y ampliar la cobertura de seguro para los medicamentos, que pueden costar decenas de miles de dólares al año. Al final, AbbVie y Endo dijeron que no, y ambas empresas declinaron comentar las razones de su decisión.

Emma Basques usó bloqueadores durante dos años. Luego, después de que cumplió 13 años en octubre de 2021, un médico en el suburbio de Portland, Oregón, adonde se había mudado su familia, le recetó estrógenos y comenzó su transición. Se había vuelto cada vez más incómodo sentirse rezagada a medida que sus compañeras de clase maduraban físicamente. Y se sintió segura de que estaba lista.

“Fue muy emocionante”, señaló Emma. “Finalmente podía ser quien yo era”.

‘Tenemos que darle una oportunidad a esto’

La menor de 11 años de Nueva York, que había comenzado la pubertad y comenzó a asistir a una nueva escuela, tenía cada vez más angustia: se negaba a bañarse o ir a clases y, por primera vez, expresaba el deseo de ya no tener el cuerpo de una niña.

Cuando los padres dieron su consentimiento para administrarle bloqueadores en 2018, esperaban que el medicamento le brindara estabilidad emocional y tiempo para considerar los próximos pasos.

“Si todo el mundo cree que esto ayudará, y es reversible, entonces tenemos que darle una oportunidad a esto”, dijo la madre, quien pidió que no se mencionara su nombre para proteger la privacidad de su familia.

Los dos primeros años fueron prometedores, y la paciente, ya adolescente, tomó Prozac además de los bloqueadores. Pero al comienzo del tercer año, un escáner óseo resultó alarmante. Durante el tratamiento, la densidad ósea se desplomó —hasta 15 por ciento en algunos huesos— desde niveles promedio hasta el rango de la osteoporosis, una condición de debilitamiento de los huesos que es más común en los adultos mayores.

El médico recomendó comenzar a administrar testosterona, y explicó que esto ayudaría a que recuperara la fuerza ósea. Pero los padres habían perdido la fe en el consejo médico.

No es posible realizar una contabilidad completa del riesgo de los bloqueadores para los huesos. Si bien la Sociedad Endocrina recomienda exploraciones óseas de referencia y luego repetir esos exámenes cada uno o dos años para los jóvenes trans, la WPATH y la Academia Estadounidense de Pediatría brindan poca orientación sobre la conveniencia de hacer esos estudios. Algunos médicos requieren exploraciones periódicas y recomiendan calcio y ejercicio para ayudar a proteger los huesos, pero otros no lo hacen. Como la mayor parte del tratamiento se brinda fuera de los estudios de investigación, hay poca documentación pública de los resultados.

Pero cada vez está más claro que los medicamentos están asociados con deficiencias en el desarrollo óseo. Durante los años de la adolescencia, la densidad ósea suele aumentar entre un 8 y un 12 por ciento al año. El análisis encargado por el Times examinó siete estudios de los Países Bajos, Canadá e Inglaterra que involucraron a unos 500 adolescentes transgénero desde 1998 hasta 2021. Los investigadores observaron que mientras tomaban bloqueadores, los adolescentes no ganaron densidad ósea, en promedio, y perdieron mucho terreno en comparación a sus pares, según el análisis de Farid Foroutan, experto en métodos de investigación en salud de la Universidad McMaster de Canadá.

Los hallazgos coinciden con lo que han detectado los profesionales en ese tratamiento, incluida Catherine Gordon, endocrinóloga pediátrica e investigadora de huesos en el Baylor College of Medicine en Houston. “Cuando pierden densidad ósea, realmente se están quedando atrás”, dijo Gordon, quien dirige un estudio separado que busca entender por qué los medicamentos tienen ese efecto.

A muchos médicos que atienden a pacientes trans jóvenes les tranquilizan los rebotes observados en los niños que toman bloqueadores para una pubertad inusualmente precoz. En la mayoría de los casos, la fortaleza de sus huesos se recupera por completo después de que dejan de tomar los medicamentos alrededor de los 11 años y reanudan la pubertad completa, que puede durar hasta cinco años. Pero los pacientes que se identifican como trans toman los medicamentos más tarde, interrumpiendo su pubertad normalmente programada y limitando ese período crucial de desarrollo.

“Esa es la diferencia”, dijo Gordon. “Acortas esa ventana clave de la pubertad”.

Hasta ahora, solo dos pequeños estudios, publicados por médicos holandeses, han rastreado el desarrollo óseo de pacientes trans desde que comenzaron los bloqueadores hasta el tratamiento hormonal temprano. En ambos estudios, decenas de pacientes comenzaron a tomar bloqueadores a los 14 o 15 años, en promedio, y empezaron con el estrógeno o la testosterona a los 16. Los participantes, seguidos en un estudio hasta los 18 años y en el otro hasta los 22 años, vieron cómo sus huesos se fortalecían, en promedio, una vez que recibían las hormonas. Sin embargo, la mayoría de los pacientes seguían rezagados con respecto a sus compañeros; los hombres trans se acercaron a los niveles promedio, pero las mujeres trans cayeron muy por debajo.

“Creo que hay una falsa sensación de seguridad”, dijo Khosla, el especialista de la Clínica Mayo, quien se muestra escéptico de que todos los pacientes trans puedan ponerse al día.

Ni Khosla ni Gordon creen que los efectos en los huesos sean una razón para que los médicos suspendan el uso de los fármacos en los adolescentes. Pero consideran que los riesgos deben tenerse en cuenta en las decisiones de los pacientes y que los huesos deben monitorearse cuidadosamente.

Si algún daño resultara del uso de bloqueadores, probablemente no sería evidente hasta décadas más tarde, con fracturas. Sin embargo, para los niños que ya tienen huesos débiles cuando comienzan el tratamiento, los peligros podrían ser más inmediatos. Si bien no existe un registro sistemático de esos casos, se dispone de algunas pruebas anecdóticas.

Después de más de un año con bloqueadores, un joven de 15 años en Texas, que no se había hecho una exploración inicial, mostró una densidad ósea en la columna tan baja que estaba por debajo del primer percentil para la edad y el peso del adolescente, lo que indica osteoporosis, según registros médicos de principios de este año.

Un adolescente transgénero en Suecia que tomó los medicamentos entre los 11 y los 14 años, sin hacerse exámenes de gammagrafía ósea hasta el último año de tratamiento, desarrolló osteoporosis y sufrió una fractura por compresión en la columna, según mostró una radiografía en 2021, como se reportó en un documental de la televisión sueca.

“El paciente ahora sufre de dolor de espalda continuo”, señalan los registros médicos, que describen una “incapacidad permanente” causada por los bloqueadores.

Algunos médicos en Estados Unidos y Australia no administran los medicamentos a los pacientes que están bien entrados en la pubertad, preocupados de que el tratamiento represente una mayor amenaza para los huesos en ese período.

“Potencialmente estás asumiendo riesgos que, en mi opinión, deberían evitarse”, dijo Stephen Rosenthal, director médico del Centro de Género para Niños y Adolescentes de la Universidad de California en San Francisco.

Rosenthal no prescribe bloqueadores como un tratamiento independiente para nadie mayor de 14 años. Eso incluye el creciente número de jóvenes no binarios que no quieren madurar en cuerpos masculinos ni femeninos. “Dejamos muy claro que nadie se queda en un bloqueador”, dijo.

Rosenthal es un investigador principal en el estudio de varios años de duración de los Institutos Nacionales de Salud, que también involucra clínicas de género en Los Ángeles, Chicago y Boston. Cuando se le preguntó por qué aún no han informado sobre los resultados clave, respondió que su investigación se retrasó cuando la pandemia detuvo el tratamiento presencial. Los artículos sobre los efectos de los bloqueadores en los huesos y otros hallazgos deberían publicarse el próximo año, afirmó.

Al igual que muchos médicos, Rosenthal cree que los beneficios de usar bloqueadores para aliviar la disforia de género son mucho mayores que cualquier riesgo para los huesos. (Fue uno de los médicos que declararon en una demanda contra la prohibición del tratamiento médico de los jóvenes trans en Alabama).

Emma Basques, por ejemplo, toma calcio, se esfuerza por hacer ejercicio y se ha sometido a exámenes que mostraron que sus huesos están sanos. “No puedo ni imaginar cómo sería la vida de Emma si no le dieran bloqueadores y tuviera que pasar por la pubertad masculina”, comentó su madre.

“No me gustaría mi cuerpo para nada”, añadió Emma.

Pero los padres del caso en Nueva York insistieron en terminar el tratamiento de su hija, a quien aún no se le ha hecho un examen de seguimiento para ver si la densidad ósea ha mejorado desde que dejó los bloqueadores.

‘Ojalá me hubieran hecho más preguntas’

Jacy Chavira, en Grand Terrace, California, ya se había cortado el cabello y había comenzado a vendarse el pecho cuando le recetaron bloqueadores a los 13 años. Un terapeuta y sus padres acordaron que la disforia de género, una condición que Jacy aprendió de una revista, podría explicar la creciente ansiedad e incomodidad que estaba experimentando durante la pubertad temprana.

Una vez que inició el tratamiento con bloqueadores, Chavira dijo que se obsesionó con seguir adelante con una transición médica. Se emocionó poco después de cumplir 16 años cuando su endocrinólogo pediatra le recetó testosterona. Pero pronto empezó a tener dudas. Su cuerpo se estaba volviendo más masculino, pero en secreto se ponía vestidos. A los 17, en una consulta para extirpación de mamas, se preocupó en voz alta por la posible pérdida de sensibilidad en los pezones. Para ella, esto era una señal de que no quería continuar con la cirugía.

Se dio cuenta de que su angustia provenía de un conflicto interior mayor y que seguir con la transición de género sería un error. “Creo que era un problema de identidad, de aceptación de quien era, y no solo de la parte física femenina”, dijo.

Al igual que Chavira, la mayoría de los pacientes que toman bloqueadores de la pubertad pasan a tomar hormonas para la transición, hasta el 98 por ciento en estudios británicos y holandeses. Aunque muchos médicos ven en eso una prueba de que los adolescentes adecuados están recibiendo los fármacos, a otros les preocupa que algunos jóvenes se vean arrastrados a las intervenciones médicas demasiado pronto.

En la última década, un número cada vez mayor de proveedores de tratamiento han reducido las edades a las que prescriben los fármacos. En la actualidad, la WPATH y la Sociedad de Endocrinología aconsejan que los bloqueadores se receten ante las primeras señales de la pubertad y el tratamiento hormonal, en algunos casos, antes de los 16 años. La Academia Estadounidense de Pediatría señala que los bloqueadores pueden suministrarse en cualquier momento de la pubertad y las hormonas desde “la adolescencia temprana”.

Algunos médicos e investigadores sienten preocupación ante la posibilidad de que los bloqueadores de la pubertad puedan perturbar de algún modo un periodo formativo de crecimiento mental. Con la adolescencia llega el pensamiento crítico, una autorreflexión más sofisticada y otros saltos significativos en el desarrollo del cerebro. Se ha demostrado que las hormonas sexuales afectan las habilidades sociales y de resolución de problemas. Se cree que el crecimiento cerebral está relacionado con la identidad de género, pero la investigación en estas áreas aún es muy reciente.

“Si el cerebro espera recibir esas hormonas en un momento determinado y eso no pasa, ¿qué sucede?”. dijo Sheri Berenbaum, jefa de un laboratorio de investigación de género en Penn State, y una de las autoras del artículo. “No lo sabemos”.

Los médicos de la clínica de Ámsterdam, donde comenzó el tratamiento, han rebajado la edad mínima para iniciar bloqueadores y hormonas. Pero son muy cautelosos en la selección de pacientes.

“Nuestra preocupación siempre es: ¿cuándo la identidad de género es fija o deja de ser fluida? ¿Y cuándo comprende completamente las consecuencias de por vida de tal tratamiento?”, dijo Annelou de Vries, terapeuta principal de la clínica.

Para algunos profesionales médicos de todo el país, existen demasiadas dudas sobre los efectos de los bloqueadores como para proporcionar el tratamiento.

Entre ellos se encuentran siete endocrinólogos pediátricos y enfermeras practicantes de endocrinología pediátrica en Florida que recientemente escribieron al Departamento de Salud del estado que la evidencia para respaldar el uso de esos tratamientos en adolescentes “simplemente falta” y piden que se limite a entornos de investigación.

“Sin muchos datos, es difícil llegar a la conclusión de que estamos haciendo lo correcto”, dijo Matthew Benson, profesor asistente de pediatría en la Facultad de Medicina de la Clínica Mayo en Jacksonville y autor de la carta. (En julio, también expresó su preocupación en una audiencia estatal sobre si se debía dejar de permitir que el tratamiento médico transgénero tuviese cobertura de Medicaid en Florida).

Incluso los entusiastas, como Emma y sus padres, reconocen que puede ser difícil comprender todos los posibles resultados del tratamiento. La infertilidad se encuentra entre otros efectos duraderos para los pacientes que comienzan a tomar bloqueadores en la primera etapa de la pubertad y continúan con las hormonas y la cirugía. Se le informó a Emma que, para preservar su fertilidad, tendría que pausar el tratamiento en algún momento, con la esperanza de desarrollar y congelar esperma.

“Sabía lo que quería”, dijo Emma sobre su transición médica. “Pero todas estas otras cosas eran un poco confusas”. Su padre dijo: “Trabajamos muy duro para hablar con ella a su edad con el fin de asegurarnos de que entendiera algunas de estas cosas más complicadas”.

Cuando los médicos holandeses lanzaron el uso de bloqueadores y hormonas en jóvenes trans hace décadas, advirtieron en sus primeros artículos sobre la posibilidad de “falsos positivos”: pacientes que hacen una transición médica y luego declaran que no son transgénero.

No hay seguimiento oficial de esos casos y muchos médicos creen que el número total es pequeño. Hasta ahora, han surgido relatos de esas experiencias en cuentas de las redes sociales, noticias e investigaciones publicadas.

Keira Bell, a quien le recetaron bloqueadores a los 16 años, luego pasó a la testosterona y la cirugía de extracción de senos, y ya no se identificó como transgénero cinco años después de comenzar la transición. Ella demandó a la clínica de género Tavistock en Londres, donde había sido tratada. (Un juez dictaminó que los pacientes menores de 16 años no podían dar su consentimiento para los bloqueadores de la pubertad, una decisión que luego se anuló en apelación).

Jacy Chavira, al recordar su propia experiencia, cree que los medicos le recetaron esos fármacos demasiado rápido. A los 18 años, interrumpió su tratamiento y retomó su identidad femenina. Ahora, tiene una voz que suena como la de un hombre y experimenta otros cambios físicos duraderos.

“Ojalá los médicos me hubieran hecho más preguntas”, se lamenta. “Desearía que no me hubieran orientado hacia la transición de la forma en que lo hicieron, y que me hubieran dicho que había otras formas de sobrellevar la incomodidad de la pubertad”.

Alarmadas por el número incierto de casos como el de Jacy, así como por el número creciente de pacientes con disforia de género y los trastornos psiquiátricos que muchos presentan, las autoridades de Suecia trabajan para estandarizar el tratamiento médico de adolescentes transgénero y restringirlo a entornos de investigación.

Finlandia también está limitando el tratamiento, siguiendo más de cerca el protocolo holandés, y los médicos siguen preocupados por los efectos físicos de los bloqueadores, incluso en el desarrollo del cerebro, dijo Riittakerttu Kaltiala, jefe de psiquiatría adolescente en una clínica de género en Tampere. (Kaltiala testificó este otoño ante la junta médica de Florida cuando estaban analizando prohibir el tratamiento).

A medida que los países europeos continúan examinando y adaptando su tratamiento, en Estados Unidos el discurso público sobre el cuidado de las personas transgénero se vuelve más incendiario.

En octubre, la Academia Estadounidense de Pediatría y otros grupos médicos le escribieron al fiscal general, Merrick Garland, instando al Departamento de Justicia a investigar las crecientes amenazas de violencia contra médicos y hospitales que brindan tratamiento médico transgénero a los adolescentes. A medida que más republicanos enmarcan el tratamiento como abuso infantil, algunos médicos se han vuelto cautelosos a la hora de hablar sobre su trabajo por temor a convertirse en blanco.

Más de una decena de médicos se negaron a ser entrevistados para este artículo, y varios de los que hablaron con el Times —algunos que apoyan el tratamiento, otros que lo cuestionan— pidieron no ser nombrados.

El entorno podría tener un efecto escalofriante en la investigación, dijo Natalie Nokoff, profesora adjunta de Endocrinología Pediátrica en la Universidad de Colorado, que hace poco realizó un estudio de próxima publicación que muestra que un periodo de tratamiento más largo con bloqueadores de la pubertad estaba asociado con una menor densidad ósea.

“La investigación científica bien intencionada podría ser malinterpretada” y explotada con fines políticos, afirmó.

La posibilidad de ese resultado es descorazonadora para las familias de Emma Basques, Chavira y la adolescente de Nueva York. A pesar de sus diferentes experiencias, comparten las mismas esperanzas para la medicina transgénero: menos insultos y más ciencia.