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Las terapias de conversión, una tortura para las personas LGTB+


2022-10-09
https://www.cosmopolitan.com/es/consejos-planes/familia-amigos/a40955599/terapia-conversion-orientacion-sexual/
Cosmopolitan

Antes de actuar de forma impulsiva, recuerda siempre esto: si formas parte del colectivo LGTB+ y te pesa, si te hacen sufrir en clase o en el trabajo, si deseas intensamente ser ‘normal’ o si tu familia considera que fuera de la heterosexualidad todo es abominable, no busques soluciones desesperadas en YouTube. Tu problemas no eres tú, son los demás. Eso de que 9 de 10 personas no pueden estar equivocadas no aplica en este caso. Si eres gay, lesbiana, bisexual, asexual, trans o género no binario y el mundo a tu alrededor quiere convencerte de que tienes un trastorno, atiende: no lo tienes.

Por eso las llamadas “terapias de conversión”, que ofrecen ciertas asociaciones, psicólogos y ‘coaches’ en internet, o en la calle, son un timo. Un engaño que no sólo te quitara tiempo y dinero; probablemente, necesitarás años de asistencia psicológica para recuperarte del daño que producen.

Lo primero que te sale en Google si tecleas “dejar de ser gay” o “dejar de ser lesbiana” son referencias a estas supuestas terapias, que en realidad sólo ocasionan dolor. De hecho, las organizaciones y los profesionales que luchan contra ellas rechazan esta denominación, pues sugiere algún tipo de ‘curación’, e impulsan a nivel internacional el término ECOSIEG, siglas que corresponden a Esfuerzos de Cambio de Orientación Sexual, Identidad o Expresión de Género. Se trata de prácticas que captan a personas desesperadas por encajar en su ambiente familiar o social y que terminan creyendo que su ‘diferencia’ tiene solución.

No busques soluciones desesperadas en Internet. No tienes ningún problema del que debas ‘curarte’.

“Un día conté a un sacerdote que me gustaban los hombres y me dijo que estaba viviendo una mentira. Me comentó que tenía que descubrir la verdad y buscar la atracción por las mujeres”, relata Javier, que estuvo dos años en terapia cuando tenía 23. “Me aseguraron que en un máximo de tres años no tendría ningún tipo de ansia”, dice. Mintieron. Su experiencia con las ECOSIEG es paradigmática: educado en una familia religiosa, rechazó lo que en casa ya se consideraba antinatural y acudió a escondidas a uno de estos grupos religiosos que dicen tratar la homosexualidad. Al no convertirse mágicamente en heterosexual, terminó siendo repudiado primero por su comunidad religiosa y luego por su familia. Se sucedieron las ideas de suicidio, los problemas emocionales y las dificultades para mantener relaciones íntimas. “Nada ha cambiado. Sigo siendo el mismo, pero destruido como persona. Te manipulan tanto que ya no sabes ni lo que quieres”, confiesa.

Víctimas invisibles

Aunque España carece de datos sobre cómo captan estas organizaciones a sus víctimas, los expertos sostienen que existe una diferencia con países como Estados Unidos, donde 3 de cada 4 personas son forzadas por sus padres, otros familiares cercanos o líderes religiosos a seguir estos programas. Aquí, al no existir una educación LGTB+ que explique que la orientación sexual no se elige (ya que se debe principalmente a factores biológicos), lo más frecuente es acudir a Internet para buscar información.

Y la mayoría de los timadores se valen de YouTube y de las redes sociales para hacer creer que ser homosexual o trans se puede corregir. Algo que también llama la atención en el caso español es la escasez de testimonios de víctimas femeninas, pero no se debe caer en la falsa idea de que no existen. Al contrario: las mujeres suman otras violencias (machismo, dependencia emocional y económica, etc.) que les impiden empoderarse para contar su experiencia. No es el caso de Hannah, una joven británica de 28 años que a los 19 acudió a una organización religiosa para que la ayudaran con un trastorno alimentario y se encontró con que su tratamiento se centró exclusivamente en su orientación sexual en cuanto confesó que le gustaban las chicas. Tantas fueron las charlas que recibió sobre ‘su desgracia’, que terminó creyendo que estaba enferma. “Cada día rogaba a Dios para que se llevara esta parte repulsiva de mí. Escuchar constantemente que eres una pecadora y que necesitas una corrección es la experiencia más dañina, dolorosa y devastadora que puedas imaginar. Sentía tanta vergüenza de mí misma que tardé muchísimo en volver a tener relaciones sexuales”, revela.

Un caso similar vivió Enrique, quien fue enviado por sus padres con sólo 14 años a un sacerdote que pretendía sacarle el demonio gay del cuerpo. “Mi madre me dijo que me aceptaría cuando arreglara mi fallo. Yo sólo deseaba que mis padres me quisieran. Desgraciadamente, les habían lavado el cerebro mucho antes de que yo naciera. No creo que ninguna persona educada pueda pensar hoy algo así”, reflexiona. Amanda Meliá de Alba, psicóloga general sanitaria que trata a personas sometidas a estas llamadas terapias, lo corrobora: “El miedo más grande es que sus familias no las acepten. Temen el rechazo de sus seres queridos. Llegan destrozadas en su seguridad, en su identidad, en su confianza, y con mucha vergüenza. Sufren secuelas psicológicas graves, como depresión, ansiedad, riesgo de suicidio, trastornos de la alimentación o problemas de sueño”, confirma la experta. “Necesitan reparar las heridas, reconocerse en su forma de ser y aceptarse. Deben aprender a confiar en que las personas que les quieren van a aceptarles. Y, si no lo hacen, enfrentarse a este hecho. Es un trabajo que puede llevar algunos años, porque estas torturas destrozan aspectos muy profundos de la persona, infligiendo un miedo terrorífico al rechazo de tus seres queridos”.

Torturas sectarias

Amanda Meliá de Alba habla de torturas y no exagera. Las prácticas que incluyen estos tratamiento falsos recuerdan a las que se imponen en las sectas: rellenar fichas con un relato pormenorizado de pensamientos lascivos, masturbaciones o prácticas sexuales no admitidas, que pueden castigarse con aislamiento; mantener en secreto la pertenencia a estos grupos; cortar con toda relación con amigos y conocidos; asistir a charlas y sesiones de ‘coaching’ en las que se insiste en que las víctimas están enfermas o traumatizadas y se demoniza a los homosexuales, tachándolos de monstruos, potenciales pedófilos y drogadictos; abstinencia sexual durante largos períodos o de por vida; incluso con pastillas que inhiben la libido; rezo durante horas, a veces con golpes; desnudez forzada y en grupo; humillaciones e insultos; ejercicios físicos violentos; rituales para expulsar el mal, desde aplicación de ungüentos en los genitales a exorcismos, etc. Una auténtica locura.

“En este tipo de terapias te manipulan tanto que ya no sabes lo que quieres”.

Por el momento se echa en falta una respuesta contundente de las autoridades que ponga cota a los abuses. El argumento del Tribunal Supremo para no terminar con estos ‘correcionales’ es que las personas que acuden a este tipo de terapias lo hacen libremente, pasando así por alto que son víctimas de engaño, el de que la orientación sexual o de género es una opción. De modo que hasta ahora las únicas medidas punitivas oficiales han sido meras sanciones administrativas, multas que no derivan en ningún cambio significativo.

Argumentos vacíos

Una de las personas que más ha investigado en España estas prácticas y a los responsables que las realizan es Saúl Castro, abogado, presidente de la Asociación Española Contra las Terapias de Conversión y autor de ‘Ni enfermos ni pecadores’ (Ediciones B). Su libro desmonta por completo los argumentos que llevan a la mayoría de las víctimas a estas mal llamadas terapias. “La práctica psicológica oficial dice que el malestar que tenemos las personas LGTB+ es producto de lo que se conoce como ‘el estigma de la minoría’; es decir, de vivir en una sociedad que nos estigmatiza”, explica Castro. Según señala socializarse en un entorno así hace mucho daño: “Vivimos con un miedo constante a ser el raro. Ese temor al rechazo explica que algunas persona se tengan que auto-marginar y caigan en manos de estos estafadores. Se sienten culpables y buscan una solución desesperada e individual, cuando en realidad se trata de un problema de carácter social”.

Los perpetradores y promotores de los ECOSIEG usan argumentos psicoterapéuticos y religiosos para justificarse. Sostienen que las identidades LGTB+ “no se producen por desórdenes genéticos, sino por experiencias traumáticas, estructuras familiares inestables o deficiencias educativas. La victimización es doble. Culpan a la persona para que se responsabilice de un problema que no es suyo y vuelven a hacerlo cuando ‘falla’ la terapia. Le dicen que no se esfuerza lo suficiente para convertirse en heterosexual. Inventan un problema, venden una solución inexistente y te culpan de que no funcione”, concluye.