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La bisexualidad, una de las orientaciones sexuales más estigmatizadas dentro de la comunidad LGBTIQ+


2022-09-09
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“Por mucho tiempo sentí que no era lo suficientemente bisexual como para pertenecer a la comunidad LGTIBQ+”, confiesa Pamela Vallejos. Ella tuvo que cuestionar los discursos bifóbicos que había interiorizado para llegar hasta donde está actualmente. Después de haber tenido, en su mayoría, relaciones con el sexo opuesto, sentía que tenía que ganarse el título explorando más su sexualidad.

“Por haber pasado tanto tiempo escuchando estos discursos invalidantes, los empecé a interiorizar. Me costó soltarlos y entender que no hay una sola forma de ser bisexual”, cuenta.

La bisexualidad, en sus palabras, se define como la capacidad de poder sentir atracción por personas de tu mismo género y también de otros. No solamente el masculino o el femenino, sino también el no binario, por dar un ejemplo.

En el Perú, la bandera rosada, morada y azul representa al 27,4% del total de la comunidad según la Primera Encuesta Virtual para Personas LGBTI elaborada por el INEI. No es un porcentaje menor; sin embargo, son una población tremendamente estigmatizada.

“Dentro de la comunidad nos ven como los más privilegiados, porque si estamos en una relación que aparenta ser heterosexual podemos casarnos y no tenemos que ocultarnos como los demás. Pero también tenemos nuestras propias experiencias y también sufrimos discriminación y violencia”, cuenta Vallejos.

Pamela menciona algo que no muchas personas saben: que Marsha P. Johnson, mujer transgénero, afroamericana y pionera en la lucha por los derechos de la comunidad fue bisexual. También lo fue Brenda Howard, la impulsora de la primera marcha del orgullo en conmemoración al aniversario de las protestas de Stonewall.

“Que esto no se diga es solo una muestra de la invisibilización histórica que ha sufrido la bisexualidad. Para mí es algo muy indignante, porque las personas bisexuales han sido parte del movimiento de liberación LGBTIQ+ desde sus inicios, pero no se les reconoce como tales”, confiesa.

Ahora ella está siguiendo sus pasos. En abril de 2020, después de cocinar la idea por cerca de cinco años, abrió el blog Soybisexual.pe. Aquí relata sus vivencias personales, pero también busca compartir contenido educativo, visibilizar a las personas bisexuales y acabar con mitos y estereotipos que, de alguna manera, dan pase libre a la discriminación y la violencia hacia este grupo.

Desde su plataforma alzó la voz de protesta a partir del estreno en cines de la película nacional Encintados, en donde una mujer bisexual seduce a un hombre que conoció de viaje con el único propósito de poder ser mamá junto a su pareja, también mujer.

“Ver este tipo de contenido duele. Duele porque existen madres que no tienen derecho sobre su hije simplemente por su orientación sexual. Duele porque, una vez más, la mujer que se acuesta con hombres y mujeres usa su bisexualidad para engañar. Duele porque al parecer la producción decidió que ellos podían contar nuestras historias sin pensar en el impacto que esto tendría en nuestras vidas”, se puede leer en el post que publicó en Instagram.

Pero además de este proyecto personal, Pamela sabe lo importante que es crecer en comunidad, por eso creó el colectivo Orgullo Bi. Desde este espacio seguro realizan eventos virtuales y presenciales, como los clásicos bicnics (una versión muy suya de los picnics), bicisalidas, entre otros. Ahora se alistan para anunciar nuevas actividades para septiembre, el mes más importante del año para su comunidad.

Todos los días, elles reciben mensajes llenos de dudas, de personas que todavía no se atreven a definirse como bisexuales, porque no entienden del todo qué implica esto. Su misión es acompañarles, ayudarles a entenderse, aceptarse y hacerles saber que esta es una orientación sexual igual de válida y real como las demás.

“Queremos hacer incidencia para que la gente se dé cuenta que la b siempre ha estado presente en el acrónimo por algo y merece ser parte de la conversación”, subraya.

Diego Pinto es su compañero de lucha. Él también es parte de Orgullo Bi. Llegó después de un después un largo proceso de autodescubrimiento y gracias a la necesidad que tenía de sentirse acompañado.

Aunque se aceptó como bisexual a los 15 años, nunca encontró a un referente con el que identificarse. La gran mayoría de representaciones bisexuales estaban asociadas con las figuras femeninas.

“Desde que conté que era bisexual hasta ahora he sentido la presión de tener que probarlo todo el tiempo, porque como hombres se nos exige no solo serlo, sino también parecerlo”, dice Diego, que explica que dentro del imaginario existe una idea de cómo se deben ver los hombres bisexuales. Lamentablemente él, por estar más en contacto con su femineidad, no encajaba en ese estereotipo.

“Se me ha cuestionado tanto dentro de la comunidad como fuera de ella. Han dudado si soy bisexual o simplemente no quiero admitir que soy gay. Incluso han querido saber con cuántos hombres o mujeres he estado, como si eso pudiera cambiar de alguna manera mi identidad”, cuenta.

Con sus amigues, dice en tono de broma que encontrar otro hombre bisexual es como encontrar un unicornio, pero sabe que la realidad es que muchos no se enuncian porque quieren evitar que no les crean y que los señalen acusándolos de querer llamar la atención.

“La gente piensa que estás ocultando algo, que no eres de fiar, que nunca vas a poder establecer vínculos con otras personas porque estás incompleto. En la realidad muchas parejas bisexuales tienen relaciones monógamas sanas y duraderas o relaciones abiertas previo acuerdo y son felices”, expresa.

La historia de Graciela Tiburcio, por el contrario, empezó en la infancia. Ella era una niña muy curiosa y siempre se estaba haciendo preguntas. Por eso, cuando en una clase la profesora habló sobre el matrimonio, se cuestionó si necesariamente tenía que ser con personas del género opuesto.

Pero no fue hasta que llegó a la universidad y empezó a tener amistades diversas, que descubrió que esas dudas tenían una explicación: era bisexual y sentía atracción por los hombres, las mujeres, las personas trans y no binarias.

“Cuando mis papás se enteraron entraron en estado de shock y pensaron lo que muchos piensan de las personas bisexuales, que era una etapa y que seguro ya iba a pasar”, dice.

Ahora que tiene novia y después de muchos años de volver a conocerse como familia, pudieron entenderla y aceptarla e incluso marchar junto a ella, expresándole todo su apoyo. Pero cuando sale a la calle de su mano, las personas siguen poniéndole la etiqueta de lesbiana, ignorando que su orientación no se define por la persona con la que está.

“Se suele decir que no debemos ventilar nuestra vida privada, que a nadie le interesa saber quién nos gusta, pero hacernos visibles es poderoso. Ahora sé que decir abiertamente que me llamo Graciela y soy bisexual puede evitar que otras personas pasen por la etapa de confusión que yo viví. Perdí muchos años de disfrute porque nadie hablaba de esto”, finaliza.