Noticias

Crianza trans: las historias de adopción de las familias que dejan atrás la violencia y apuestan a un futuro diverso


2021-11-10
https://www.infobae.com/sociedad/2021/11/10/crianza-trans-las-historias-de-adopcion-de-las-familias-que-dejan-atras-la-violencia-y-apuestan-a-un-futuro-diverso/
Infobae

Nicole Vázquez es la primera trans en ser reconocida por la justicia uruguaya a cargo de sus dos hijos. Luisa Paz adoptó a una mamá adolescente de dos nenas y a su hermanita con retraso madurativo en Santiago Del Estero. La resiliencia, el humor y la autonomía como motores de nuevas formas de cuidado. “Me encontré con que no hay prejuicio social con la maternidad trans”, afirma, orgullosa, alegre, amorosa, Nicole Vázquez, una pionera en la lucha por ser reconocida legalmente no solo con su identidad de género, sino en la crianza de sus hijos.

Ella se define como mamá travesti, es uruguaya, vive en Argentina hace más de 15 años, estudió en el bachillerato “la Mocha”, el Bachillerato popular trans Mocha Celis, en Chacarita, y es una de las nuevas revelaciones del humor en redes post pandemia.

Del otro lado del arco iris no hay oro, pero hay carcajadas que valen más de lo que parecen en la devaluada cotización del talento para alegrar la vida de los demás. Eso encontró Luisa Paz en la adopción de sus hijas y de sus nietas o de una familia que va más allá de los encasillamientos. En el caso de Nicole su maternidad empezó cuando la llamaron de Uruguay para decirle que tenía un sobrino (hijo de un hermano que no veía desde la adolescencia) en un instituto y si podía hacerse cargo.

Hacerse cargo parece solamente una toma de posesión de responsabilidad. La maternidad es trabajo, es cuidado y es disfrute, para los otros y para las propias madres. Por eso, Nicole, no solo peleó por criar a sus hijos, sino que, en la pandemia, se convirtió en una comediante que multiplica liks a través de sus videos en las redes (Facebook e Instagram) que hace reír y que siente que la risa y sus propios sueños también son una forma de legar un modo de vivir y de sobreponerse al dolor.

Después de la Semana del Orgullo el orgullo no se termina. Pero además se sostiene en las personas trans que crían, maternan y cuidan a través de la adopción. Hay personas trans que pueden ser madres, padres o xadres a través de métodos biológicos (antes o después de la transición) también a través de técnicas de fertilización asistida y, en otros casos, la adopción no solo es una opción, sino una posibilidad que también debe quitar obstáculos, discriminación y prejuicios.

Las historias de Nicole y Luisa multiplican una forma, no la única, de elegir la maternidad o, incluso, una forma de cuidar y vivir que no se encasille en las palabras pre establecidas pero que sí convoque a un amor desconocido que también es una posibilidad a la hora de desear con libertad. “Nosotros somos una familia y jamás fuimos discriminados porque yo soy una mamá trans”, reafirma Nicole.

Y apunta: “Mucha gente piensa: ‘Qué va a decir la gente; pobre, lo van a discriminar en la escuela; qué va a pasar cuando lo lleve al médico’. Pero nada de eso ha sucedido. Al contrario, siempre recibo apoyo y amor de la gente. Ese discurso que van a discriminar a los niños por ser una mama trans es algo que quieren decir para imponer miedo y sentenciar ‘pobrecita la criatura la van a discriminar’. Es una manera de imponer temor usando un discurso falso”.

Nicole Vázquez vivió momentos difíciles. Pero peleó por sus hijos y ahora por sus sueños. Es actriz, comediante y acaba de participar de la filmación de la serie “El fin del amor”, de Tamara Tenembaum, junto a Lali Espósito. La pelea por ser madre empezó, en Uruguay, en el 2014 cuando su hijo, Jeferson, tenía 8 meses. “Primero una jueza me negó totalmente la tenencia”, recuerda con dolor. Pero después de cuatro años logró ser reconocida y poder cuidar a su hijo. “En 2018 me otorgaron la tenencia definitiva a pesar de una jueza que se negaba a que yo pudiera criar un niño”, afirma.

En el 2016 había logrado que saquen a Jeferson de la institución donde estaba y que viva en su casa. En 2018 la justicia le otorgó la tenencia. “Fui la primera transexual en la historia a la que la justicia uruguaya le otorgo un niño. Quedó como un precedente en la historia judicial”, rescata.

Y la historia no fue fácil. “En la justicia siempre hacían hincapié en mi identidad de género. A veces en el juzgado me trataban en masculino y yo, que ya estaba empoderada, batallé. Y como conocía mis derechos, les aclaraba que no estaba acusada en el banquillo sino que estaba intentando formar una familia”, remarca.

No hay una sola forma de ser madre o padre, ni una sola identidad posible, ni una sola forma de cuidar, amar, proteger e impulsar. Pero en los casos de Nicole Vázquez y Luisa Paz la crianza de sus hijos e hijas llego con la adopción y piden que el sistema no ponga obstáculos ni sume prejuicios a las personas trans.

Nicole critica: “A nosotras no nos tienen en cuenta en el sistema de adopción, no figuramos en las listas y cuando nos abren la puerta salen con discriminación no dicha. En el juzgado me trataban de ella -en femenino- pero como diciendo ‘ni loca te doy un niño’ y otras personas me trataban en masculino sin respetar mi identidad”.

El camino fue duro y el rechazo le dolió, pero no se rindió. “Cuando me negaron la tutela de Jeferson mi marido (Daniel) y yo no estábamos de acuerdo con esa decisión. La Cámara de Apelaciones nos dio la razón y nos dijeron que se daban las garantías para que esté bien con nosotros, que él estaba solo, que nadie lo había ido a ver y que yo era la única persona que le ofreció tiempo, cariño y amor y que por eso revocaron el fallo de la jueza que me había negado la adopción”, destaca.

Y continúa: “Pero lo mejor fue que la misma jueza que me negó que maternara fue la que tuvo que firmarme que el niño viviera conmigo”. Después de la adopción de Jeferson Nicole adoptó a su hermanito de 8 años, en ese momento, Esteban. La vía legal se agilizó después de la primera adopción. Y formaron una familia. “Hoy estoy criando dos niños. Jeferson tiene 7 años y empezó la escuela y Estebán está terminando la primaria”.

Nicole es una sobreviviente. Ella describe las palabras de un pasado en donde ser trans era una decisión con costos demasiado altos. Ella le pone nombres: la prostitución, la noche, el crimen, lo vulgar. Y se reinventa: “Yo vine a romper con eso. Nosotras podemos y tenemos el derecho de amar y ser amadas y podemos hacer cosas para otras personas”.

Ella cree que su familia responde a una nueva configuración de familias, pero que no deja de ser una familia igual que otras. Tuvo mucho apoyo, pero entre miles y miles de mensajes, hubo uno que la emocionó particularmente, era el correo de un hombre que no conocía y le dijo: “Nicole, te pido perdón porque yo en algún momento tuve prejuicios y discriminé y lastimé a las chicas trans y hoy me doy cuenta que estaba equivocado”, le explicó.

Todavía recuerda esas palabras. “Ese era el mensaje que yo esperaba y por el que quise contar mi historia: cambiar el paradigma que la sociedad tiene de nosotras”. Ella rememora su vida y hace un balance positivo: “De la prostitución pasé a adoptar dos nenes y a partir de la maternidad estoy dedicada al arte. Terminé de filmar con Lali Espósito para una serie en una plataforma importante y estoy actuando en una obra que se llama “Las mil y una noches”. Estoy empezando a trabajar de actriz que es lo que me gusta y haciendo un poco de comedia en las redes con un personaje de la empleada pública. Además de ser mamá también quiero luchar por mis proyectos y mis sueños”.

“Para mí la maternidad es libertad. Hay que organizarse y seguir luchando y con hijos o sin hijos no hay que dejar de hacer las cosas que nos gustan. No hay que dejar sueños atrás, ni cajonear proyectos, ni encerrarte en tu casa. Eso es un ejemplo para los hijes: demostrarles que las personas son independientes y hay que pelear por los sueños”, enseña.

El caso de Luisa Paz es excepcional. Ella es una dirigente trans santiagueña con un liderazgo indiscutible en el feminismo y la diversidad sexual de todo el país y (especialmente) del noreste, con un magnetismo personal que hace revolear los ojos por donde camina y con una historia de violencia, discriminación y pobreza que atraviesa el cuerpo, pero que ella revierte con optimismo y la generosidad de enseñar.

Luisa no quiere encasillarse en la palabra mamá, pero las palabras se desencasillan solas. Ella adoptó junto a su marido, José, a dos adolescentes, una de las hermanas tiene un retraso madurativo y la otra fue mamá adolescente de dos niñas. No necesita ser madre, abuela o tener un rol prefijado, pero son una familia democrática y diversa.

El caso es inédito según admitió el Registro Único de Adopción de Santiago del Estero, a la periodista de Télam Soledad González. Pero además puede ser un impulso para que más personas trans se inscriban para adoptar. La mayoría de quienes se inscriben son parejas heterosexuales aunque los matrimonios igualitarios y las personas trans también pueden hacerlo.

“Hay un bajo porcentaje de postulantes del colectivo LGBTIQ+ para adoptar tanto a nivel nacional como provincial”, explicó la coordinadora del Registro Único de Adopción (RUA) de Santiago del Estero y presidenta del Consejo Consultivo Nacional de Adopción, Carolina Agüero. El 71,4% de los legajos son de parejas de personas heterosexuales; el 4,6%, integrantes de matrimonios igualitarios; y el 24,0%, de familias monomarentales o monoparentales.

Luisa comenzó el proceso de adopción cuando las dos hermanas tenían 14 y 16 años y la más grande era mamá de una beba y una niña de 2 años. Ambas adolescentes residían en el Hogar de Protección Adolescentes Mujeres Mama Antula. Luisa ya logró su sueño. Aunque todavía duda de las palabras, tal vez porque la maternidad genera más preguntas y respuestas y no solo hay un lado A y otro B de la maternidad, sino que aparecen tantas preguntas y posibilidades como cuestionar, incluso, la palabra maternidad. “No siento que sea la palabra madre o la maternidad trans lo que me identifica. Yo no me siento que materno como trans, siento otra cosa que no puedo decir en palabras”, complejiza.

La palabra madre tiene demasiado peso. Pero a veces las palabras simplemente fluyen. “Al principio me costaba que me dijeran madre. Me parecía que no correspondía. Quería que me dijeran Luisa, no que me dijeran madre. Pero después pensé ‘¿por qué no?’ Ellas pueden tener dos madres, si bien su mamá biológica no está en este plano terrenal, pueden tener dos madres. Yo no quiero que pierdan el poco recuerdo que tienen de su madre. Quiero ser alguien que las tome de la mano y podamos caminar juntas hacia delante”, se propone.

La historia no es fácil, pero genera una muestra del camino recorrido hasta formar una familia más amplía que la que ya tenían con José. “Nosotros llevamos 36 años de convivencia y dentro de nuestro proyecto de vida, desde hace 20 años, estaba el adoptar”, cuenta Luisa desde Santiago y mientras se escuchan juegos, risas y voces que se vuelven agudas de fondo, desde el teléfono.

“Las ganas, la necesidad de compartir nuestra vida con alguien más estuvo desde siempre. En el 85´en medio del horror de la violencia que vivíamos por la persecución de la policía una compañera trans que se llamaba Nené había adoptado una chiquita recién nacida y nos encariñamos tanto con José que la llevamos a casa hasta que, por diferentes circunstancias, el padrastro la llevó a Formosa, nos la arrancó y no la vimos más”, relata Luisa.

“En ese momento queríamos tener una hija o un hijo, pero se nos frustró la ida porque había visto lo que había pasado con Mariela Muñoz y el desastre que hicieron los medios de comunicación con ella y lo mal juzgadas que éramos en ese momento en el que no había reparos en decir cualquier barbaridad”, recuerda. El 17 de mayo de 1993 la policía apareció en la casa de Mariela Muñoz como si fuera a descubrir a una terrorista. La detuvieron y fue condenada a un año de prisión en suspenso. La idea era que si una persona trans maternaba era una perversa.

Los casos emblemáticos trascienden las historias personales. Por eso, el castigo sobre Mariela inhibió a Luisa de seguir intentando construir una familia. “Eso hizo que por muchos años me frustrara la posibilidad de hacerlo. Quede muy estigmatizada con lo que había pasado con Mariela Muñoz y la posibilidad de adoptar quedo trunca”.

Después del matrimonio igualitario y la ley de identidad de género, hace 5 años, Luisa y José volvieron a la carga, hicieron los papeles y se cruzaron con las chicas en su camino. “Su historia venía atravesada por una historia de violencia y abuso y eso hizo que mi compromiso con la idea de construir nuestra vida juntes sea más fuerte”, refuerza Luisa.

En el Registro Luisa y José pidieron adoptar a una nena o un nene, de entre 8 y 13 años, que sea independiente, pero llegó Gilda, que ya tenía dos hijas. “Tengo que hacer algo”, sintió Luisa y lo hizo. “Nos empezamos a conocer y no nos importó que eran tres”. No es lo mismo criar a una hija que a cuatro. Pero eso tampoco fue un freno. “Mucha de la gente que hoy nos saluda o se acerca a conversar nos dijeron ‘no pensaron que le van a dar de comer’. En ese momento no nos planteamos qué le íbamos a dar de comer sino cambiarle el destino que le habían marcado a esas niñas para que no vuelvan a caer en ese ámbito de abuso y de violencia que habían vivido. Por eso quisimos construir esa vida juntos con ella y las dos chiquitas”, contextualiza.

Pero la adopción no terminó ahí. “En medio de la pandemia vino Felisa, la hermana de Gilda, que tiene retraso madurativo y pensamos que ella es la que más nos necesita e iba a quedar solita en el hogar. Nos comprometimos con las cuatro y armamos una hermosa familia con dos años y medio de convivencia”, explica Luisa. La familia cría a dos nenas chiquitas y acompaña y cuida a dos adolescentes, todas las realidades se entrecruzan. Pero la adolescente -con tan injusta mala prensa- siempre viene acarreada de prejuicios y en este caso, con una mamá adolescente, mucho más.

“Empecé a ver el gran estigma de la adopción en la adolescencia. Mucha gente juzga demasiado porque sean adolescentes adoptadas y tienen muchos pruritos si sale a reuniones, a conocer gente, a ver amigas, a salir con un chico, hay una doble moral en donde todo el mundo las observa o cuestiona todo el tiempo”, critica.

Y ejemplifica: “El otro día una vecina me dice: ‘A Gilda se fue al baile y se ha ido con un chico’. Le digo: “Ah, está bien ¿y paso algo?’. Y le preguntó: ‘¿Quién más ha ido?’. Me contesta: ‘Mi hija’. O sea, su hija había ido, pero ella cuestionaba que Gilda se había ido y no a su hija. Hay un estigma tremendo con la adopción en la adolescencia y que si vienen de padres problemáticos van a reproducir los problemas y no ven nada positivo en las chicas”.

Otros prejuicios sobre las madres adolescentes es que tienen que sentar cabeza y anular los deseos y salidas de todas las jóvenes porque la maternidad forzada les cruzó la existencia. “En la familia te dicen: ‘Ya tiene dos hijos y por eso tiene que quedarse en la casa; no tiene necesidad de experimentar, porque aunque sea una violación, ya ha vivido’. Son un montón de cosas que se cuestionan a las adolescentes adoptadas. Hay que problematizarlo para deconstruir esa mirada del otro sobre el cuerpo y el deseo donde las terminan poniendo como sujetos de cuestionamientos con las críticas que la oprimen”.

Luisa no deja de tener la mirada aguda, pero la crítica da tregua para contar el remando. “Estamos felices. Salimos mucho. Las llevamos a distintos lugares. Compartimos absolutamente todo. Mi deseo es que puedan conocer el mar y la montaña. Estamos armando algo para ver de qué manera pueden conocer distintos lugares de nuestro hermoso país”, proyecta.

La mamá de Luisa la amenazó con atarla a una cadena si usaba sus cosméticos cuando era niña. Se fue de Santiago para ir a pararse a una esquina del conurbano y su cuerpo conoce todas las heridas. Pero es una sobreviviente y transmite esa fuerza de la superación. “Después de haber vivido tanta violencia desde que me empecé a construir en mi niñez, muy humilde, criada por mi mamá solamente con mi papá y el resto de la familia ausente, a mis 58 año, he podido hacer resiliencia, hasta esta maternidad trans tan deseada”, ejemplifica.

En medio siglo de vida Luisa tuvo momentos de felicidad -en su casamiento, en el trabajo, en su rol público- pero, dice, que la felicidad que tiene ahora no se compara con nada. “Hay situaciones de juegos con las niñas en el que todas nos estamos riendo a carcajadas con las cosas que hacen en las que somos tan felices de compartir todo este amor”, destaca. Y se alegra por las niñas: “Se las ve a ellas permanentemente felices y jugando”.

“Lo más importante en este momento es poder darles algo que se les ha arrancado y que les corresponde y que tuviera ese rumbo sus vidas: la autonomía. Poder enseñarle a Gilda que vaya a la escuela, porque no sabía ni leer ni escribir, no conocía el dinero porque a los 12 años se había quedado embarazada. Es importante aportarle a su vida, brindarle acompañamiento y contención para que ella, sus hijas y su hermana, tengan la autonomía para poder enfrentar lo que les quede por vivir”, enfatiza.

Y sus objetivos: “Que ellas trabajen, estudien, tengan su casita, que puedan desarrollarse, tener su profesión”. Gilda pasó de una mamá adolescente sin herramienta a estudiar en una nocturna, con el plan Fines y estudiar en una academia, donde está becada, de paramédica. “Ella tiene ganas de poder superarse y plantarse hasta la vida”, rescata.

La historia de Luisa traduce el dolor en deseo y multiplica esperanzas: “Yo vengo de una familia muy pobre, he sufrido mucha discriminación, opresión, violencia, cárcel, calabozo -enumera- por ser diferente y luchando y siendo parte de ese proceso de avance para que eso suceda desde una provincia del norte, he aportado y militado a los avances desde el matrimonio igualitario al cupo laboral trans. Ellas también son parte de ese proceso y me parece maravilloso”.

La historia deja huellas, pero se puede reconvertir en fuerza. Luisa concluye: “Venimos de lugares parecidos, de violencia, violación y opresión, y podemos salir y rearmar nuestra vida de otra manera y con otra mirada y posibilidades. Es importante que hoy tengamos la oportunidad de reivindicar todo eso que nos une”.

Y la posibilidad de dar y recibir amor no es solo un heroísmo personal, sino también una construcción social. Luisa valoriza: “Todo el proceso de amor y cariño, no solo de parte nuestra, sino de mucha gente de nuestra comunidad, tiene que ver con los avances que hemos tenido como sociedad”.