Noticias

Las súper sexys; ser trans, indígena y deportista en Guerrero


2017-08-16
http://desastre.mx/mexico/las-super-sexys-ser-trans-indigena-y-deportista-en-guerrero/
Desastre.mx

Cuando pensamos en la particularidad de ser parte de la diversidad sexual y vivir en una comunidad que se aleja de la cultura occidental y que por el contrario se adentra en dinámicas culturales que se asientan en comunidades indígenas, pensamos en la muxhe como una especie de estandarte de la homosexualidad y la transgeneridad en México.

No obstante, la diversidad sexual en las comunidades indígenas no se reducen a esa narrativa, ya cooptada en los últimos años por las visiones occidentales de lo que significa ser transgénero o transexual. Las personas homosexuales y transgénero indígenas existen y viven de forma particular y alejada de lo que comúnmente conocemos como la vida de una persona gay, cuya imagen abunda en los medios de comunicación.

Xochistlahuaca es un pueblo cuyo nombre significa “llanura de flores”, está  ubicado en la región de costa chica del estado de Guerrero y en él viven cerca de 28 mil personas, de las cuales, más del 80% vive en pobreza extrema.

En esta comunidad habita un grupo de personas homosexuales y transgénero que, al igual que el resto de los habitantes, se dedica a hacer tareas para sobrevivir. Algunas de ellas son Kenia, de 29 años; Sherlyn, de 27 años; y Marimar, de 29, mujeres transgénero e indígenas ñommdaa que se dedican al tejido, el campo, la ganadería, el baile y el baloncesto.

Entre semana se reúnen para tejer con un telar de cintura, con él elaboran blusas, huipiles, bolsas, pulseras, diademas y demás piezas de tela para vender. En el pueblo, esta actividad está reservada para las mujeres, pero poco a poco los hombres homosexuales y las mujeres transgénero de la comunidad se han adentrado en ella.

Xochistlahuaca es un lugar donde muchas de las tradiciones más antiguas y los códigos de vestimenta tradicionales siguen vivos, en él la percepción acerca de las personas de la diversidad sexualidad ha cambiado con el tiempo.

Los días en los que se lleva a cabo el carnaval, los hombres homosexuales y las mujeres transgénero usan un traje tradicional conformado por un huipil, collares de colores, trenzas en la cabeza y maquillaje en el rostro. Este grupo encabeza La Danza de las Piquichie, un baile tradicional que representa la quema de los males.

El término no sólo se reduce a nombrar la danza, sino que en el pueblo se aplica para referirse a los hombres homosexuales.

“En ocasiones no querían vendernos nada en las tiendas, escuchabas: No les vendas a esos enfermos. Nos rechazaban, decían que el sida era la enfermedad de los putos… Uno lleva su novio a la casa, pero nunca los presentas así, dices que es tu amigo. Tu familia sabe, pero se hace y pues tú también te haces. Nos engañamos todos”, narra Gregorio Zepeda, un hombre homosexual promotor de la cultura que recuerda cómo se vive la homofobia aún en el municipio.

Después invertir su tiempo en el telar de cintura, estas jóvenes trans y hombres homosexuales se concentran en el campo y las labores domésticas. Tras sus obligaciones, se toman un tiempo para hacer lo que más les gusta: jugar baloncesto. En compañía de otras personas homosexuales y trans conforman un equipo deportivo que , aunque no posee nombre, es conocido entre los pobladores como “Las Súper Sexys”.

Las tardes de los fines de semana se reúnen en la cancha de la primaria de la comunidad de Renacimiento y se enfrentan a otros equipos deportivos. Quienes asisten se divierten y bromean con las integrantes del equipo.

“El torneo lo hicimos para reunirnos, pero también para convivir con la comunidad y, sobre todo, para que los jóvenes tengan en qué divertirse sanamente”, señala Marimar, quien es la tesorera de la liga y quien afirma que otras comunidades están ansiosas por inscribirse a las competencias. Actualmente la liga la conforman 7 equipos.

Kenia, Sherlyn y Marimar no sólo comparten sus raíces indígenas y un espacio en la comunidad de Xochistlahuaca, también comparten sueños. Para alcanzarlos han tenido que luchar arduamente frente a la pobreza, los prejuicios y el rechazo.

Sherlyn sueña con ser maestra de danza y mientras lo logra se dedica a dar clases de baile y a montar coreografías para fiestas de 15 años; Kenia se dedica la venta de verduras; Marimar siembra el maíz, actividad que, con ayuda del tejido, sirve para traer dinero a su hogar.

“Desde chiquito me gustaron los niños y jugar con muñecas”, señala Sherlyn, quien en el pueblo también es conocida como Tranquilino.

Por su parte Marimar cuenta: “En mi casa me respetan, al principio mi papá no me entendía pero ahora me apoya. Lo único que me pide es que me porte bien y que me cuide”.

Con información de El Universal.