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La historia de una mujer trans que peleó 40 años por su identidad


2020-09-07
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LM Neuquén

Linda Ellen terminó de reconocerse cuando logró tener un trabajo en un espacio inclusivo donde le permitieron lo que hacía años escondía. "¿Si soy gay porque me siguen gustando las mujeres?", esa fue la pregunta que por años resonó en su cabeza. Un cuerpo de hombre que nunca le gustó, lleno de prejuicios y sentencias absolutas que no explicaban su identidad. Y un espacio laboral donde finalmente pudo nacer como lo que es: una mujer trans lesbiana.

Linda Ellen Rueda nació hace cuatro años, aunque tenga 45. En estos cuatro años de existencia sonrió como nunca, se rió, creció, se divirtió y disfrutó mucho más de amar a sus cuatro hijas como mamá, y no como lo fue antes: "un papá".

Entender que "una cosa es identidad de género y otra orientación sexual" suena fácil para los jóvenes actuales, pero hubo un tiempo que era algo raro y más si naciste en una familia donde era normal reírse del "maricón", "gay" y "trava".

"Desde mi adolescencia venía tratando de entender qué era lo que me atravesaba por el cuerpo. Siempre sentí que me sobraban partes y me faltaban partes. Es horrible y lo peor de todo es que cuando pude acceder a médicos y psicólogos me decían que tenía un desequilibrio hormonal y que me tenían que gustar las mujeres", recordó Linda a LM Neuquén, y enseguida sumó: "¡Pero a mí siempre me gustaron las mujeres! Solo que no me identificaba con mis genitales".

Linda Ellen tiene claro hoy tanto su identidad como su sexualidad, pero le costó muchos años de sufrimiento y dolor. Un poco para cumplir con el mandato familiar y también con la ilusión de estudiar, a sus 17 años tomó "la peor decisión" de su vida: se inscribió en la escuela militar con el sueño de trabajar en el área de desarrollo en tecnología. Allí conoció la humillación.

Como su voz siempre fue más femenina que masculina, la hacían gritar su nombre de varón en el patio delante de todos "hasta que escupiera sangre". "¿Sabes lo que es que te levanten a la madrugada, te hagan agachar, bajarte los pantalones y revisarte el ano para ver si te habías dejado violar por algún compañero?", contó Linda.

Hoy califica esos tratos como "intolerables" y "misóginos". Después de un año y medio de escuchar diariamente "putita" y "maricón", pidió la baja. Igualmente, al volver a Neuquén y elegir otros trabajos, siempre sufrió un "acoso" de los hombres y un "rechazo" de las mujeres.

"Por pensar diferente o ser amanerado o simplemente por expresar que no me identificaba ni con el macho ni con el varón", recordó.

Según un relevamiento realizado por la Dirección de Diversidad del gobierno de Neuquén, la Universidad Nacional del Comahue (UNCo) y organizaciones no gubernamentales durante el 2017, casi la mitad de las mujeres trans en Neuquén ejercen la prostitución.

Linda tomó otro camino, pero respeta mucho a sus compañeras que se prostituyen porque considera que aunque pagan con su cuerpo, obtuvieron una libertad que ella no se animó a gozar por muchos años. Fue repositora en un supermercado, electricista en varias empresas, encargada de mantenimiento y control de calidad de una procesadora de plásticos, hasta que luego se dedicó a las ventas de manera independiente.

La transición

Linda le dijo a su esposa si se imaginaba ser lesbiana, intentó explicar lo que le pasaba, pero ella no la entendió y después de más de 12 años de relación se separaron.

En este intento de cumplir con las normas, Linda siguió sin poder asumir su identidad. Su vestuario variaba entre el negro y el gris, siempre usaba el mismo estilo de zapatos, lucía pelo súper corto, uñas al ras, y una tristeza que la caracterizaba.

Pero su verdadera identidad quería salir, surgir. Comenzaron los ataques de pánico y hasta varios intentos de suicidio. Fue su hermana mayor la que la apoyó hasta su verdadero nacimiento.

Hace cinco años que obtuvo la concesión del kiosco en el CPEM N° 55 de Plottier donde conoció a personas muy inclusivas que le presentaron a otras que la ayudaron a interpretarse y respetarse.

"En esa escuela son de vanguardia. Y ahí pude salir. Me empecé a dejar crecer el cabello, a pintarme las uñas, a experimentar con la ropa y el calzado, pero sobre todo empecé a sonreír", confesó.

Fueron las docentes integradoras del CPEM 55 quienes le permitieron con sus charlas reconocer su identidad de género y su identidad sexual. Y una vez que tomó su decisión, sus cuatro hijas fueron las primeras personas con las que habló.

"Les conté que iba a empezar una transición y que iba a tener cambios físicos, y a lo bestia traté de explicarles lo que era tratar de ser yo. Y nunca me voy a olvidar las palabras de mi hija mayor. Me dijo 'me lo imaginaba'", contó.

Con estos cambios conoció también a los integrantes de la Mesa por la Igualdad de Neuquén, quienes desde entonces la acompañan, la ayudaron a cambiar su identidad en el DNI y la apoyan en su nuevo andar. "El kiosco me encanta porque puedo ser yo, lo más lindo de mi transición es que me llamen por mi nombre. 'Hola Ellen', me dicen en la escuela y eso me genera mucha felicidad", agregó la mujer.

Desde marzo cuando comenzó la cuarentena por el coronavirus, Linda Ellen no pudo abrir el kiosco, hizo budines para vender y recibió mucha ayuda de los integrantes de la Mesa por al Igualdad, aunque lo que más desea es poder volver a trabajar en el espacio que tan bien le hace.

"Yo fui mujer toda mi vida, solo que me costó salir a expresarme como mujer. Y durante todo ese batallar de tener coraje hoy puedo decir que hay gente que es muy de mierda, crueles, brutales y hay otra gente que no sé cómo les entra el corazón en el pecho. Todos nos merecemos oportunidades para trabajar, todos por igual", expresó.