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El Che de los gays; la loca nueva en busca de una revolución marica


2018-07-24
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Desastre.mx

Chileno, periodista, activista, performancero, escritor, homosexual, loca y VIH positivo; él es Víctor Hugo Robles, quien desde hace más de 20 años es conocido como El Che de los Gays, una metáfora política que busca desplazar la homofobia del discurso histórico de la revolución y al mismo tiempo articular a él la causa de la disidencia y la diversidad sexual.

Víctor al lado de Pedro Lemebel en una marcha realizada en 1997.

La homosexualización de uno de los iconos más famosos de la revolución cubana ha permitido a Víctor apelar una voz que solicita llevar las causas de la disidencia sexual más allá del ámbito egoísta e individual de una libertad sexual encuadrada por los privilegios de quienes no viven la marginalidad, pobreza, precarización, estigma y patologización que generan una sociedad heterocentrada.

Su trayectoria en grupos como el Movimiento de Liberación Homosexual de Chile (MOVILH) y Las Yeguas del Apocalipsis (un colectivo de arte político conformado por Pedro Lemebel y Francisco Casas) lo han llevado a ser considerado uno de los activistas con mayor voz y autoridad de Chile en materia de derechos humanos de las personas LGBT y la lucha contra el VIH y el Sida.

Robles se ha encargado de plasmar la historia del movimiento de la diversidad sexual de Chile en textos como La Bandera Hueca (2008), y El Diario de El Che de los Gays (2016). Además dirigió del año 2000 al año 2010 la revista VIVOPOSITIVO, una publicación sobre VIH y Sida en Chile.

Victor Hugo fue Invitado a México por el Centro Cultural Border en el marco de la presentación de la exposición el Chivo Expiatorio en el Museo de la Ciudad de México, donde brindo un seminario titulado SIDA+VIOLENCIA+ACCIÓN.

De forma adicional, participó en una performance en la Marcha XL del Orgullo de la Ciudad de México, donde acudió con un contingente de encapuchados acompañados de una manta que decía “Lo que el viento se llevó”, como un guiño a una obra que realizaron Pedro Lemebel y Francisco Casas. Su obra buscaba intervenir una marcha oficial con un discurso contrahegemonico que apelaba a la memoria sobre la epidemia del Sida y sus estragos en las vidas de quienes lo padecieron.

Aprovechamos su presencia en nuestro país para hablar con El Che de los Gays sobre el accionar político de este personaje que se arma de la sátira y la ironizacón para evidenciar el orden homofóbico en el que vivimos y descolocar el discurso de la izquierda y la revolución de frente a sujetos históricamente anulados por su sexualidad, su identidad o su estado de salud.

 

¿Por qué decidiste llamarte a ti mismo El Che de los Gays? ¿Qué sentido tiene de frente a tu activismo? ¿Es un acto performativo?

Nació un 4 de septiembre de 1997, en el marco del descubrimiento del cuerpo del Che en Bolivia. El cuerpo de El Che estuvo desaparecido 30 años después de que lo fusilaron, por eso es que la figura de El Che se transforma en un mito, porque era un cuerpo desaparecido, uno de los primeros desaparecidos políticos en Latinoamérica, y lo descubren precisamente el 28 de junio del año 1997.

Entonces mi personaje nace en ese marco y se inspira en “El Che muerto”, porque aparece el 28 de junio, que es el Día Internacional del Orgullo. Esta coincidencia la descubrí después de que yo diera nacimiento a este personaje, pero me hizo sentido estético, poético, lúdico y metafísico, en el sentido en el que un ser, una metáfora revolucionaria (con todo lo contradictorio y conflictivo que tiene), la misma biografía de El Che, podría rencarnarse ahora en una lucha diversa, en una lucha nueva, en una lucha de la diversidad sexual, que no fue una lucha que él asumió en vida sino todo lo contrario.

Tenemos antecedentes de una actitud y de prácticas homofóbicas y también asesinatos a homosexuales en los primeros años de la revolución. Entonces, lo que hace mi personaje es contaminar a la biografía histórica de El Che con preguntas y con inquietudes. En algún sentido lo traiciona porque cuando El Che se pregunta por el hombre nuevo, mi personaje se pregunta por el homosexual nuevo, por las travestis nuevas, por las lesbianas nuevas; es decir, amplía la posibilidad de ser revolucionario.

Igual es polémico, muchas personas me critican porque piensan que yo hago una instalación que lo que pretende es exaltar la figura biográfica de Ernesto Che Guevara como una lectura lineal. Sin embargo lo que hace mi personaje es más bien traicionar esas características de El Che, convirtiéndolas en otra cosa, pero valiéndose de su perfume revolucionario, de su perfume utópico para impregnar a otras luchas, como las luchas de la diversidad sexual, que no fueron comprendidas, ni entendidas ni integradas en los primeros años de la revolución cubana.

 

Tú militas un activismo desde la izquierda. Me gustaría que me dijeras tú opinión sobre la relación entre la izquierda y la diversidad sexual. Sabemos que históricamente la izquierda no ha sido precisamente amigable con las personas de la diversidad sexual. ¿Desde qué izquierda trabajas tú? ¿Cuál es tu lucha? ¿Cómo la definirías?

Desde una izquierda radical. Yo tengo mi corazón en la izquierda, mi sangre es roja como diría Parra. Yo me siento un homosexual de izquierda, y no solo eso, sino que tengo una posición de clase, y en ese sentido hago una alianza con la izquierda porque soy de una clase popular, obrera, y mis primeros pasos en la participación política siempre fueron con compañeros y con alianza de izquierda

Nosotros hemos tenido a la izquierda históricamente como aliada, en un principio hubo una izquierda reaccionaria, una izquierda homofóbica que no solo rechazaba la homosexualidad de fuera, sino que rechazaba su propia homosexualidad, a los propios militantes homosexuales.

Nosotros hemos hecho un trabajo histórico de comprensión, de entendimiento, de seducción, de seducir la izquierda con estos otros valores que también son humanistas, que también son revolucionarios y de cambio, Buscamos cómo hacerlos entender que nosotros también somos algo nuevo, no solo el hombre sino las travestis, los queer, el joto, la loca nueva; en ese hemos sido persistentes e insistentes.

Mis principales maestras en esto fueron Las Yeguas del Apocalipsis, principalmente Pedro Lemebel, que también fue un homosexual y activista que inscribió su escritura en la marginalidad, en el pensamiento político y en la lucha de la izquierda.

Con él (Pedro Lemebel) yo aprendí a hacer este cruce entre homosexualidad e izquierda, digamos que nuestra lucha como homosexuales, como travestis, como lesbianas, no es solo sexual sino que somos lo que somos porque pretendemos cambiar el mundo. Pretendemos conquistar libertades sexuales, pero las luchas sexuales deben ser luchas que estén impregnadas y centradas en el mundo político militante de la izquierda y en eso hemos tenido éxito.

 

Ser LGBT o asumirse parte de la disidencia sexual en el presente es totalmente diferente a hace 40 o 30 años, han surgido legislaciones que buscan procurar el bienestar y resarcir la vulnerabilidad a la que están expuestas ciertas personas de la diversidad sexual. En ese sentido ¿De qué trata la lucha de la disidencia en el presente? ¿Qué sentido tiene la palabra resistencia en el presente?

En Chile la primera manifestación de la diversidad sexual fue el 22 de abril de 1973 por un grupo de trans pobres que se dedicaban al trabajo sexual en la Plaza de Armas, ellas se manifestaron en los últimos días del gobierno socialista de Salvador Allende. Fue una protesta que fue incomprendida, que fue perseguida en una época revolucionaria, de cambios estructurales, pero donde no estaban incorporados los homosexuales en ese cambio.

Después vino el golpe militar que persiguió y anuló todas las disidencias, incluyendo la disidencia sexual, y después con la recuperación de la democracia, que yo diría es el momento el periodo político de mayor efervescencia y de mayor profundidad en nuestras luchas, nuestra batalla fue sacar la homosexualidad y la transexualidad de la lectura criminal. En el año 1999 la sodomía era castigada y perseguida con cárcel en nuestro país; nuestras primeras luchas fueron por conquistar un espacio de dignidad, nuestras demandas eran elementales. En el año 1995 salimos a una de las primeras marchas con una manta que decía “Somos una realidad humana”, hoy suena hasta ridículo porque es obvio que somos humanos, pero en el año de 1995 lo que estábamos demandando y pidiendo era tan elemental como solo reconocer el hecho de que somos personas humanas.

Peso pasamos ese estadio de reconocernos humanos y nosotros (desde la resistencia radical) hemos querido unir nuestras luchas con otros movimientos sociales, se trata de no plantear la lucha de la diversidad sexual como lo haríamos en los primeros años de los 90, solo como una lucha de gueto por nuestros derechos, sino en una lucha por incluirnos en la transformación de lo social.

Somos homosexuales, somos maricones, somos lesbianas, somos transexuales, somos intersex, pero también somos pobres, también somos mapuches, somos trabajadores, también nos sumamos a la lucha de las mujeres por la autonomía de su cuerpo, por el aborto libre y gratuito, por la recuperación del territorio de nuestros hermanos mapuches, por el derecho que tienen nuestros hermanos de los pueblos originarios de recuperar sus tierras, a vivir su cosmovisión.

Entonces entendemos que nuestra lucha nunca debiese ser una lucha aislada, sino que debe ser una lucha compartida, una lucha colectiva, y el colectivo de la diversidad sexual también suma su energía, su fuerza, su rabia a la energía del movimiento social para transformar el mundo, no solo para transformar un pequeño mundo lleno de Coca-Cola gay, del mercado gay, sino de transformar el mundo para que sea un mundo más igualitario, un mundo más equitativo, un mundo mucho más justo para todas, todos y todes.

 

Te hago la misma pregunta, pero en materia de VIH. Desde que surgió la epidemia en la década de los 80 en Chile hasta hoy el escenario político y de salud ha cambiado, cuáles crees que deberían ser las preocupaciones y metas en las que debe concentrarse el activismo sobre el VIH y el SIDA.

Debemos reconocer que ha habido un avance, primero en materia legislativa porque Chile tiene una Ley de Sida, ese es un avance gigantesco porque instala el tema de los derechos y los deberes del VIH en un campo constitucional. Hemos avanzado, ha habido una respuesta del Estado en Chile, pero ha pasado que de algún modo estamos volviendo a los peores años del VIH, cuando la gente no se preocupaba, cuando la gente no usaba medidas de prevención y cuando el Sida era signo del silencio y de la muerte social.

Si bien hemos avanzado en términos científicos, pues nadie puede decir ahora que el Sida es igual a muerte, ahora se muere por Sida pero es porque llegaron tarde a los tratamientos o porque no tuvieron atención oportuna, pero lo cierto es que hay tratamientos garantizados.

El punto es cómo interseccionamos toda esa atención del Estado institucional que se ha armado para atender el VIH no solo como una situación de salud biomédica sino que también sociocultural, como la cultura, la información, las campañas, se trata de pensar en cómo la educación sexual puede impactar tan fuertemente como podría hacerlo una respuesta biomédica.

¿Cómo impacta una respuesta social, comunitaria y educativa a la prevención, a los derechos humanos y al respeto a las personas que vivimos con VIH? Creo que ha habido poco avance en el tema sociocultural, de no entender la epidemia como un problema político que tiene implicaciones sociales, políticas y culturales en toda la comunidad, pero específicamente en la comunidad de la diversidad sexual, porque en términos cuantitativos somos la comunidad más afectada y más vulnerable; por eso tenemos que perderle el miedo al prejuicio y al estigma, no insistir en cierta política negacionista de relacionar la homosexualidad con el sida, porque en términos concretos somos una de las poblaciones históricamente más afectadas, y por lo mismo tenemos que levantar la voz por nuestros compañeros, por nosotros y por la misma comunidad.

Creo que ha habido avances médicos, pero que esos mismos avances biomédicos han generado cierta confianza de que es una epidemia que se controló, y se piensa eso porque las personas ya no se veían con “cara de sida”. Es brutal, pero es cierto. A finales de los 80 y principios de los 90 tú veías a personas que tenían en el rostro efectos colaterales de la infección, y veías personas que morían todos los días; en cambio, con los avances, la curva de mortalidad bajo de tal modo que el Sida desapareció de nuestra mirada.

En Chile, cuando aparecieron los medicamentos, las organizaciones de luchas contra el Sida y la gente que luchaba contra el VIH se fueron a su casa, entonces también disminuyó la lucha. Hubo una disminución de la lucha política y cultural y nos vemos ahora enfrentados en Chile ante el hecho de ser el país que tiene la más alta incidencia en notificaciones de VIH, ocupamos el ranking número 1 de jóvenes con VIH en América Latina y El caribe y eso es preocupante.

La respuesta principal al VIH no es solamente tener tratamiento sino que es aplicar educación sexual desde la más pequeña infancia, una educación liberadora e integral desde el jardín infantil hasta el nivel universitario. Esa respuesta educativa es la que nos falta para prevenir en lugar de cuidar, para prevenir en vez de curar, para prevenir en vez de morir.

 

¿La lucha de las personas de la diversidad sexual tendría que ser una lucha legislativa, una lucha por las leyes, por lo lícito? ¿Qué vacíos quedan cuando concentramos nuestra batalla en el reconocimiento por parte de un Estado, por ejemplo en el caso del matrimonio igualitario? ¿No es eso asimilicionismo?

Tiene su costo concentrarnos en una lucha netamente legal. La responsabilidad de centrarnos exclusivamente en una lucha de derechos civiles ha invisibilizado la lucha por el VIH.

En Chile todas las locas se quieren casar, pero para casarse hay que tener un cuerpo, hay que tener salud, porque no se van a casar locas muertas. Creo que nuestra lucha no solo tiene que ser legal sino que tiene que ser una lucha multisectorial que aborde tanto temas legislativos como culturales.

Ahora, las luchas legales son importantes, pero el cambio real está en la cultura ¿Cómo sustentamos un cambio legal sino no hay uno cultural? Tú no puedes obligar a la gente a aceptar a la diversidad sexual porque apareció una ley que dice que los homosexuales vamos a ser libres, que nadie nos puede golpear, que nadie nos puede discriminar, no, yo creo que es el convencimiento y la educación lo que debe de ir primero.

En Chile surgió una ley antidiscrimnación luego del asesinato del joven homosexual Daniel Samudio, pero es una ley castigadora, es una ley que castiga al culpable, más no lo educa. ¿Nos vamos a convertir en una sociedad castigadora de la homofobia o vamos a buscar transformar a la homofobia? Creo que hay que hacer un cambio de giro, no solo pensar la lucha legislativa, sino cómo impactamos en el ámbito de la cultura, de la información, de las redes sociales, de cómo llegamos a los más jóvenes, que van a ser los herederos de las luchas que hemos dado.

Las leyes no los resuleven todo, el cambio siempre es cultural… ninguna ley va a prohibir que una travesti sea asesinada, que una homosexuales sea golpeado, que una lesbiana sea perseguida, una ley solo va a castigar y perseguir esos delitos, lo importante aquí es cómo los evitamos, cómo transformamos a esas personas con visiones persecutorias de la diversidad sexual.

Por David Olvera (@dave_licos).