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La mezcla de homofobia e islamismo en Orlando


2016-06-13
http://www.elpais.cr/2016/06/12/la-mezcla-de-homofobia-e-islamismo-en-orlando/
El País

Después de las terribles noticias llegadas mediante todos los medios de comunicación, relacionada con la muerte de cincuenta personas y de encontrase heridas más de 53, como resultado de un ataque a un bar gay en la ciudad de Orlando, Florida, recordé un documento de la Organización de las Naciones Unidas sobre la violencia hacia personas diversas sexualmente, calificándolas como crímenes homofóbicos y transfóbicos. Dicho documento dice así: se han denunciado actos de violencia homofóbica y transfóbica en todas las regiones del mundo. Esos actos abarcan desde la intimidación sicológica agresiva y sostenida hasta la agresión física, la tortura, el secuestro y el asesinato selectivo. También se han reportado ampliamente casos de violencia sexual, en particular la así llamada violación “correctiva” o “punitiva”, según la cual los hombres violan a mujeres que suponen son lesbianas so pretexto de tratar de “curar” de homosexualidad a sus víctimas.

La violencia ocurre en una variedad de entornos: en la calle, los parques públicos, las escuelas, los lugares de trabajo, los hogares privados, las prisiones y las celdas de detención de la policía. Puede ser espontánea u organizada, perpetrada por individuos desconocidos o por grupos extremistas.

Una característica común de muchos de los delitos motivados por el odio contra las personas LGBT es su brutalidad: por ejemplo, las víctimas de asesinatos suelen aparecer mutiladas, severamente quemadas, castradas y con indicios de haber sido agredidas sexualmente. Las personas transgénero, especialmente las que se dedican al trabajo sexual o las que se encuentran detenidas, corren un riesgo especialmente elevado de ser víctimas de la violencia mortífera y en extremo cruel.

La tortura y el maltrato de personas lesbianas, gay, transgénero e intersexuales también han sido ampliamente documentados. La tortura ocurre con frecuencia en los lugares de detención, donde las personas LGBT pueden ser victimizadas por los agentes de policía, los guardias de prisión o por otros detenidos mientras los agentes del Estado se hacen de la vista gorda. Algunas formas de tratamiento médico involuntario también pueden equivaler a tortura, en particular los exámenes anales de hombres gay para “probar” su homosexualidad, la esterilización no deseada de las personas transgénero y la aplicación de terapia de electroshock forzosa destinada a “cambiar” la orientación sexual de una persona.

Los datos oficiales sobre la violencia homofóbica y transfóbica son incompletos y las estadísticas oficiales escasas. Un número relativamente reducido de países cuentan con sistemas adecuados para vigilar, registrar y reportar los delitos motivados por el odio homofóbico y transgénero. Y en los países donde sí existen, las víctimas tal vez no confíen lo suficiente en la policía como para denunciarlos, mientras que la propia policía tal vez no esté suficientemente sensibilizada acerca de esos delitos para reconocer y registrar debidamente el motivo. No obstante, analizando las estadísticas nacionales que sí existen y complementándolas con la información que aportan otras fuentes, se observa una clara tendencia a la violencia generalizada y brutal, a menudo perpetrada con impunidad.

Los Estados están obligados en virtud del derecho internacional a proteger el derecho de las personas LGBT a la vida, a la seguridad de la persona y a no ser sometido a torturas o malos tratos. Los Estados tienen la responsabilidad especial de adoptar medidas para prevenir los asesinatos motivados por el odio, las agresiones violentas y la tortura y de investigar esos delitos rápida y concienzudamente y de llevar a los responsables ante la justicia.

Las agresiones contra las personas por su orientación sexual o su identidad de género suelen estar motivadas por el deseo de castigar a quienes se considera que desafían las normas sobre género y se catalogan como actos de violencia por motivos de género. Ud. no tiene que ser lesbiana, gay, bisexual o transgénero para ser atacado: la mera percepción de homosexualidad o de identidad transgénero es suficiente para poner en peligro a esas personas.

En varios países las autoridades han observado un aumento repentino de la violencia homofóbica y transfóbica inmediatamente después de haberse realizado importantes avances legislativos dirigidos a proteger mejor los derechos de las personas LGBT. Se trata de un fenómeno con paralelos históricos: se dice que los intentos anteriores de erradicar la segregación y discriminación raciales desataron una reacción similar dirigida contra miembros de minorías raciales. Los gobiernos no sólo son responsables de acometer el problema de la discriminación sino también de explicar al público en general por qué es necesario actuar y de velar por que se adoptan las medidas necesarias para prevenir la violencia y responder con rapidez y eficacia cuando ella ocurra.

Pero en el caso de Orlando se agrega un elemento más. El atacante y asesino pertenece al islam, religión que se caracteriza por una férrea intolerancia hacia la diversidad sexual.

En el ámbito islámico, los homófobo se remiten en primer lugar al Sagrado Corán, en concreto a la historia del profeta Lot. Se afirma que Dios condenó a las gentes del pueblo de Lot por practicar la homosexualidad, lo cual es simplemente falso. Una lectura minuciosa de estos versículos lleva a la conclusión de que no hay ni una sola mención explícita de la homosexualidad, tan sólo de la promiscuidad sin freno y de la violación, además de la trasgresión de las leyes de la hospitalidad. Cuando el pueblo de Lot quiere poseer a los ángeles de Dios, no se trata de homosexualidad, entendida como amor entre personas del mismo sexo, sino de un intento de violación. Algunos confunden lo uno con lo otro, y citan estos versículos para demostrar que Dios ha condenado la homosexualidad.

Esta presunta justificación coránica de la homofobia no parece suficiente. Los teólogos siempre han sentido la necesidad de explicar de forma más o menos racional los contenidos de la revelación. Si (se supone que) Dios condena la homosexualidad, no puede ser por simple rechazo, sino porque ésta es perturbadora de un orden social sagrado, en el cual los individuos deben ocupar un papel preestablecido.

Este argumento es de orden social y podríamos etiquetarlo como el principio de la complementariedad entre los sexos. Los teólogos musulmanes nos presentan una visión de la pareja fundada sobre una armonía preestablecida de los sexos, que supone una complementariedad esencial entre el hombre y la mujer. Esta complementariedad es creativa y procreativa, y tiene como objeto mantener el orden social y perpetuar la especie. Ante esta rigurosa bipolaridad, cualquier expresión o planteamiento que trate de romper o difuminar la frontera entre los géneros es vista como una aberración contra natura y, lo que es peor: como una tendencia destructora de la sociedad. Todo lo que viola el orden sagrado no es más que un “desorden”, fuente de mal y de anarquía. De ahí la doble condena, moral y penal, a que se ven abocados los homosexuales. Si nos fijamos bien, estos argumentos son puramente materialistas, y de un materialismo de lo más grosero. Pero también se trata de argumentos con una base política concreta, en los cuales la defensa de la razón de Estado pasa por encima de los derechos de los individuos. Aquí la homofobia deviene ideología, y el homófobo se identifica con el propio Estado, que a su vez es situado como garante del orden religioso. Se invocará la salud del cuerpo social, la misma metáfora empleada para justificar la expulsión de los moriscos de la España inquisitorial, o el genocidio de los judíos y de los homosexuales en la Alemania nazi. No nos olvidemos de esta dimensión política de la homofobia, ya que es una constante a lo largo de la historia.

La homofobia es pues una enfermedad psico-social, del mismo grupo que otras enfermedades parecidas, como el racismo, la xenofobia o la islamofobia. Esta dimensión política de la homofobia se ve claramente en el otro argumento esgrimido por los homófobos en círculos islámicos. La aceptación de la homosexualidad, se nos dice, es una tendencia que viene de Occidente, y por ello una amenaza para las sociedades musulmanas. Este argumento (que no es muy religioso que digamos) es esgrimido una y otra vez por clérigos situados en cargos de prestigio, como son rectores de universidades islámicas, grandes muftíes o imames de grandes mezquitas.